¿Por qué se tiran monedas a las fuentes y pozos para pedir un deseo?
Un pozo de los deseos es un término del folklore europeo para describir los pozos en que se piensa que cualquier deseo expresado sería concedido. La idea que un deseo sería concedido vino de la creencia de que había dioses contenidos en el agua o de que había sido colocada allí como regalo de los dioses, puesto que el agua era una fuente de la vida y a menudo era una materia escasa.
El agua se considera que contiene energías curativas es pureza, es vida y por lo tanto los pozos llegaron a ser populares entre mucha gente que bebía, se bañaba o simplemente expresaba deseos sobre ella.
Los guardas dioses espíritus o los habitantes del pozo concederían su deseo si pagaban un precio echándole la gente monedas en él. Generalmente, después de pronunciar el deseo, uno debía arrojar monedas al pozo. El deseo entonces sería concedido por el guarda o el habitante, basado en cómo la moneda aterrizaría en el fondo del pozo. Si la moneda aterrizaba cara arriba el deseo sería concedido. Si la moneda aterrizaba cruz arriba el deseo no sería concedido.
La tradición de lanzar pequeñas monedas a charcas y fuentes proviene de esto. Las monedas serían colocadas allí como regalos para la deidad en forma de agradecimiento concedería tu deseo.
A lo largo de la historia el agua ha sido el símbolo de la fertilidad, y las monedas símbolo de buena suerte.
No es de sorprender que las monedas y el agua figuren en tantas supersticiones y profecías. A lo largo de la historia, el agua ha sido el símbolo de la fertilidad, ya que sin ésta nada vive o se regenera.
Un recipiente lleno de agua era el símbolo egipcio de la maternidad. Y para agrado de dioses y demonios el dinero siempre ha tenido una magia infalible por sí mismo. Desde tiempos muy remotos hasta la actualidad, las personas han creído que la cualidad limpiadora del agua puede vencer las enfermedades y alejar la maldad.
En las civilizaciones primitivas, a los recién nacidos se les sumergía en un lago o un río; esta costumbre aún persiste en nuestro rito bautismal. Cuando una fuente brotaba de la tierra era un acontecimiento digno de culto y de respeto, pues se interpretaba como un regalo de los dioses destinado a curar las enfermedades. Debido a que el agua corriente refresca y enfría más que la de un estanque, se pensaba que poseía mayores propiedades curativas.
Las aguas termales y los manantiales de agua mineral resultaron ser los más benéficos, los enfermos se sumergían en éstos para curarse rápidamente de sus dolencias, tal y como lo hacen hoy día otros tantos pacientes.
Las mágicas propiedades del agua hicieron que se desarrollaran diversas prácticas destinadas a agradar a los dioses que habían otorgado dichos beneficios. Como se afirmaba que el agua contrarrestaba a los malos espíritus, se creía que era de mala suerte arrojarla después del anochecer, cuando se suponía que tales espíritus andaban sueltos.
En algunas sociedades se acostumbra que, antes de la boda, la novia tome un baño como ritual en un determinado río o estanque, ya que esto la protegerá contra mala suerte y la infertilidad en su vida matrimonial. Otras culturas tienen la creencia de que ciertos espíritus viven dentro de algunos pozos o fuentes, por lo que su agua tiene poderes extraordinarios; muchos de estos pozos fueron más tarde dedicados a los santos.
En el año 77 de nuestra era, el historiador romano Plinio el Viejo recomendaba mezclar, por partes iguales, el agua de tres manantiales distintos para curar las fiebres tercianas.
En una fuente termal en Bath, Inglaterra, se encuentra una inscripción en latín sobre una tablilla de plomo, hecha por un antiguo romano en el año 200 que estaba dirigida a la diosa Sulis y dice así: Maldigo al que robó mi capa, ya sea hombre o mujer, libre o esclavo. Que la diosa Sulis no deje al ladrón dormir mientras no devuelva la capa a este templo.
Los campesinos irlandeses y escoceses buscaban fuentes cercanas a robles o a grandes rocas. Decoraban las ramas de los árboles o las piedras con tiras de lienzo y luego les escupían encima, en la creencia de que este ritual los protegería a ellos y a su ganado contra las infecciones que los druidas podrían mandarles.
Desde las primeras monedas, hechas probablemente en Asia Menor por los lidios hasta las actuales, estas pequeñas piezas de metal han sido consideradas como símbolos de buena suerte. Hoy día es muy común verlas en pulseras y collares. Algunas novias ponen una moneda dentro de su zapato y muchas personas se niegan a gastar su moneda de la suerte.
En las sociedades primitivas, la gente creía que arrojar un regalo al agua agradaría a los espíritus que vivían dentro de los pozos o que, según ellos, habían hecho brotar un manantial. Plinio, el Joven dice que una fuente cercana a Roma era tan clara y transparente que se podían contar las moneditas que le habían echado.
Hace apenas un siglo, los ingleses arrojaban alfileres (a los cuales estaban ligadas otras supersticiones) a los pozos para que los protegieran de ser embrujados. Otros más, siguiendo una antigua tradición, dejaban caer una piedrita y formulaban un deseo al momento en que ésta entraba en el agua.
Hay, desde luego, fuentes específicas a las que se atribuye un poder especial a la hora de conceder deseos por todo el mundo hay cantidad de fuentes famosas (tanto en Galicia como por otras zonas de España y fuera de España también en muchos países) . Una de ellas, probablemente la más conocida, es la Fontana di Trevi, uno de los monumentos más visitados de Roma. Se trata de la fuente más grande de la ciudad, una hermosa obra de arte barroco culminada por Nicolò Salvi en el año 1735 por encargo del papa Clemente XII. En realidad, siempre hubo una fuente allí, ya que ese era el punto final de uno de los acueductos que llevaban agua a Roma. Su nombre viene de los tres caminos (trevie) que confluían en el lugar, aunque para otros procede de una antigua leyenda según la cual el acueducto recibía el nombre de Aqua virgo.
Esta tradición afirma que, en tiempos lejanos, una hermosa y virginal doncella, de nombre Trevi, fue asaltada por una banda de sucios rufianes con la pretensión de violarla. Viéndolos tan desarrapados y sedientos, Trevi se apiadó de ellos y, en lugar de asustarse, los llevó hasta la fuente para que pudieran saciar su sed. En agradecimiento a su buen corazón, los bandidos la dejaron libre sin tocarle un pelo y la fuente fue bautizada con el nombre de la doncella.
La Fontana di Trevi se convirtió en una imagen mundialmente conocida gracias a la película de Federico Fellini La dolce vita, estrenada en 1960, en la que una espectacular Anita Ekberg se introduce en sus aguas en una escena memorable. En cuanto a la costumbre de arrojar monedas en su interior formulando un deseo, no se sabe con certeza cuándo se inicia, pero se ha hecho tan popular que resulta un ritual obligado para todo turista que visita Roma.
En realidad, son tres los deseos que se pueden formular y tres las monedas que se han de lanzar al agua, una por cada deseo, poniéndose de espaldas a la fuente y tirándolas con la mano derecha por encima del hombro izquierdo. Según la tradición, la primera moneda asegura que se volverá a Roma; la segunda, que se encontrará el amor de un bello romano (o de una hermosa romana), y la tercera, que la relación terminará en boda, celebrada también, por supuesto, en la Ciudad Eterna. Todo un despliegue de románticos deseos.