El Monte consagrado a Saint-Michel en 708 fue uno de los primeros lugares del culto del Arcángel San Miguel .
«Maravilla del Occidente», el Mont-Saint-Michel se erige en el centro de una inmensa bahía invadida por las mayores mareas de Europa.
A petición del Arcángel Miguel, «jefe de las milicias celestiales» el obispo de Avranches, Saint Aubert, construyó y consagró una primera iglesia el 16 de octubre de 709.
En el año 966, a petición del duque de Normandía una comunidad de benedictinos se establece en el peñón. Durante ocho siglos no paran de construir, agrandar y embellecer su Abadía, hasta tal punto que en el siglo 13 se le asignará el nombre de «Maravilla».
Obra maestra de la Arquitectura de las Arquitecturas podríamos decir; permite al hombre del siglo XX meditar en la cripta prerromana, admirar en ella la potencia y majestad del arte romano; dejarse llevar por la belleza de las partes góticas.
Este gran hogar espiritual e intelectual fue con Roma y Santiago de Compostela uno de los más importantes centros de peregrinación del Occidente medieval.
Desde hace cerca de mil años hombres, mujeres y niños vienen, por carreteras llamadas «caminos del Paraíso», a buscar ante el Arcángel del juicio, pesador de los almas, la seguridad de la eternidad.
Convertida en prisión durante la Revolución y el Imperio, el estado de la Abadía requerirá importantes trabajos de restauración a partir de finales del siglo XIX.
La celebración del milenio monástico en 1966 precedió la instalación de una comunidad religiosa en el antiguo hogar abacial perpetuando la primera vocación de este sitio: el REZO y la ACOGIDA.
En paralelo al desarrollo de la Abadía, un pueblo se organiza y prospera al pie de sus murallas: Pegado al lado sureste del peñón, tiene desde siempre una vocación comercial afirmada de restauración, hostelería y tiendas de recuerdos.
Inscrito al «Patrimonio mundial» por la UNESCO, este alto lugar turístico recibe hoy más de tres millones de visitantes por año.
La Abadía
El Monte consagrado a San Miguel en 708, fue, con el Monte Gargan, en Italia del Sur, uno de los primeros lugares del culto del Arcángel San Miguel. La Abadía ofrece un panorama completo de la arquitectura medieval: de los siglos XI al XVI.
El Monte Tumba, así se le llamaba allá por el siglo IV, cuando el bosque de Scissy ocupaba toda la zona. Aquél lugar ya era por aquél entonces un lugar de peregrinación y de ermitaños. Cuenta la leyenda que San Auberto, que era obispo de Avranches, una ciudad cercana al Mont Saint Michel, recibió una noche la visita del Arcángel San Miguel, quien tocándole en la frente, le introdujo la idea de la construcción de una Abadía en aquel monte, dedicado a su nombre.
Corría el año 708. Piedra a piedra, se levantó aquel inmenso Santuario sobre la roca, y en poco tiempo a su alrededor se fueron estableciendo los peregrinos, conformando la actual ciudadela que la rodea. Sin embargo, apenas un año después, en el 709, un gran cataclismo hizo que el mar se adentrara en tierra e inundara toda la zona, dejando aislado el Mont Saint Michel.
Desde entonces, el monte se ha convertido en una auténtica fortaleza, pues ese fenómeno de las mareas se repite dos veces diariamente, dejando a la ciudadela y su Abadía unida a tierra solamente por su carretera. Dicen que es tal la velocidad a la que suben las mareas, que el agua atraparía con facilidad a un caballo al galope… por eso, con cada subida del mar, las campanas del Monte, avisan con suficiente antelación, pues se ha convertido en casi una tradición o una curiosidad turística, el observar esa subida del mar a ras de orilla.
Muchas leyendas han corrido desde su construcción en el 708; desde aquel día en que supuestamente el mar atrapó en su huida a una mujer embarazada, y ésta reapareció andando por la orilla y con su niño en los brazos, cuando el mar volvió a apartarse; hasta los que creen tener visiones de enfrentamientos mitológicos sobre el propio monte entre las fuerzas del mal y el Arcángel San Miguel.
Al norte de Francia, en la Baja Normandía en un islote de apenas cuatro mil metros cuadrados se encuentra el Mont St. Michel, un lugar que encierra siglos de historia y leyendas. Donde según cuenta la leyenda, aconteció una de las batallas más despiadadas entre los defensores del bien y las fuerzas del mal.
La Historia del Monte se remonta a las tribus celtas, allí se entregaban a los cultos druídicos en lo que entonces era llamado Mont Tombe o Tumba de Blenus (Dios galo del sol) donde existía un gran megalito.
Los romanos lo llamaron Puerto Hércules.
Con la llegada del cristianismo, el islote siguió dedicándose al culto. Fueron construidos en el peñasco varios oratorios dedicados a mártires cristianos que eran velados por ermitaños, siendo estos sus únicos habitantes.
Y la leyenda cuenta que…..
El Monte Tombe, que ya desde siglos atrás había estado dedicado al culto a los dioses, fue el escenario de la misma leyenda.
Cuentan que el Demonio, que había adquirido cuerpo de dragón marino, aterrorizaba a las pobres gentes del lugar allá por el siglo VIII.
De la Leyenda del Mont St Michel tambien hay un libro que escribió “Frederic Lenoir” “La Promesa del Ángel”:
y Fray Román que es uno de los personajes de la interesante novela nos lo cuenta así:
“”El Apocalipsis de Juan” ¡comienza! Y revela que Satón se había transformado en un terrible dragón. En el siglo VIII, ese monstruo surgido de las aguas del mar aterrorizaba a la región.
El Arcángel guerrero, San Miguel, fue llamado para luchar contra ese demonio. La batalla empezó en el monte Dol Bretón, la montaña vecina del Mont-Saint-Michel, que entonces era conocido como monte Tombe. Las hordas maléficas combatían fieramente y San Miguel levantó la espada y cortó la cabeza del animal. El obispo de Arranches, Auberto, fue testigo de ese combate y por tres veces recibió en sueños la orden de San Miguel de construirle un lugar de devoción allí donde había vencido al Maligno.
Y así se hizo: en año 709, En ese lugar consagrado nació la abadía de Saint-Michel, pasando a llamarse el Monte Tombe como: Mont-St. Michel
Así lo define un afamado escritor Francés……
“Castillo de hadas erigido en el mar, sombra gris que se alza sobre el cielo brumoso” El ocaso teñía de rojo la inmensidad de los arenales, teñía de rojo la desmesurada bahía; tan solo la abadía escarpada que surgía al fondo, alejada de la tierra como un caserón fantástico, sorprendente como un palacio de ensueño, increíblemente extraña y hermosa, permanecía casi negra a la luz del sol poniente.