Tiene unos cuantos récords en su haber: de la viña a la flauta más antiguas del mundo (tienen 450 y 60.000 años, respectivamente) a una aguja de coser con hueso que ya se usaba en la Edad de Hielos hace 30.000 años.

Además, se cuenta entre los estados con mayor número de medallas olímpicas (con permiso de Noruega) y de restaurantes con estrella Michelin. Eso sí, la cifra es por habitante en ambos casos, dos millones.

Hablamos de Eslovenia, el país ubicado en el corazón de Europa (hace frontera con Austria, Hungría, Italia y Croacia, además del mar Adriático) que antes fue república yugoslava. Y parte del territorio celta, del Imperio Romano, el Austro-Húngaro…

Pues bien, a las plusmarcas de esta joya todavía inexplorada (es el momento de descubrirla antes de que llegue el turismo de masas) hay que añadir otra: también acoge la cueva más grande de Europa (y de las primeras del mundo), la de Postojna, un pedazo de mundo kárstico escondido entre los Alpes y el Adriático, a un kilómetro de la localidad que le da nombre, en la región del Karso, a 46 kilómetros de la capital, Liubliana.

Para hacerse una idea, Eslovenia esconde más de 13.000 cuevas en su territorio, pero ninguna tan monumental como ésta.

La culpa de su inclusión en el Libro Guinness de los Récords la tienen sus 24 kilómetros de largo, de los que sólo cinco están abiertos al público. Éste recorre una parte (3,7 kilómetros) en tren (el único de estas características con dos vías, inaugurado en 1872) y otra a pie (1,3 km),

Por eso, es uno de los imprescindibles turísticos de la ex república yugoslava, además de sus pueblos con encanto, su costa, sus lagos, sus montañas, sus estaciones de esquí, sus viñedos…

Para descubrirlo todo touroperadores como Soltour organizan itinerarios de siete días de aquí a octubre con vuelos directos a la capital, Liubliana, desde distintos puntos de España en fechas concretas. De Madrid, por ejemplo, saldrá el 12 de agosto. De Barcelona, todos los jueves hasta el 12 de septiembre.

La parada en la cueva de Postjona también se incluye en sus rutas. Se descubrió en en el siglo XIII tras millones de años de lenta consecución, ya que trata de una concreción calcárea que crece un milímetro en una década. Las formaciones más altas, los Gigantes, tienen hasta 16 metros de altura.

Entre las estalactitas más llamativas destacan algunas como la que recuerda a la Torre de Pisa o a las figuras de animales como un pollo. Luego estaría la gigantesca estalagmita blanca de cinco metros de altura denominada Brillante.

También se pasa por una extraordinarias obra de ingeniería como la del Puente Ruso, «construido por prisioneros de esta nacionalidad durante la I Guerra Mundial«, como matiza el espeleólogo Peter Goruup a su paso por él.

El monumento no se llegó a explorar en condiciones hasta el siglo XIX, cuando el farolero Luka Cec estaba supervisando la zona ante la visita del emperador Francisco I de Austria y descubrió la parte más bella de la cueva. Esto ocurrió en 1818 y, un año después, se abrió a los turistas.

La luz eléctrica llegó en 1883 (antes se recorría con antorchas y carritos transportados por personas), siendo la primera también del mundo en contar con un red semejante. De hecho, en la capital del país llegó más tarde.

El recorrido por el tesoro de Postojna atraviesa túneles, galerías y salas como la Roja, la Amarilla y la de los Espaguetis, por ser los colores y el aspecto que abundan en ellas. También estaría la de baile, de 3.000 metros cuadrados. O la misma superficie que la arena del Coliseo romano. En ella han tenido lugar actuaciones como la de la Orquesta Filarmónica del Teatro de La Scala de Milán.

La temperatura constante en el interior de la gruta es de 10º grados durante todo el año, «así que, tranquilos, que no hay murciélagos aquí dentro», comenta entre risas Goruup. El área conocida como la Gran Montaña, situada 40 metros por encima de la entrada de la cueva, tiene una extensión superior a dos campos de fútbol.

Otra de las curiosidades del lugar es que en él habitan varios ejemplares del llamado pez humano (o proteo), el ser vivo más increíble que habita las profundidades subterráneas, «ciego y capaz de estar sin comer 10 años», añade el experto antes de señalar el habitáculo donde varios de ellos se remueven. En un principio se creía que eran crías de dragón porque su silueta se asemeja mucho. No les puede dar la luz, por lo que la toma de fotografías con flash está prohibida en esta zona.

La ruta subterránea no acaba aquí, ya que cerca, a 10 kilómetros, se sitúa el castillo de Predjma, el más grande del planeta (el Libro Guinness tiene trabajo por estos lares…) esculpido en la roca de una cueva. Su dueño fue el barón Erasmo Luegger, un Robin Hood que robaba a los ricos para repartir entre los pobres y que murió entre cañonazos mientras hacía sus necesidades en las letrinas de palacio.