En nuestro día a día, es habitual el mantener nuestra mente llena de pensamientos que vienen y van de forma desordenada y sin mucha conexión entre ellos. Si a esto le sumamos el vivir una vida agitada , que muchas veces nos lleva a ejecutar acciones y a definirnos desde niveles más superficiales, nos podemos encontrar, en más de una ocasión al final del día, con una sensación de confusión, desgano frente a las circunstancias e incapacidad para dar pasos concretos que nos lleven hacia un estado de genuina calma y real de nuestros recursos internos.
Medita cada mañana por 15 a 30 minutos para empezar el día con una actitud positiva.
Practica la paciencia y nunca permitas que el enojo te robe la paz.
Siempre respeta y haz felices a los demás mostrando una cara sonriente y hablando con destreza.
Evita el conflicto negativo y busca una mirada más positiva y constructiva de la situación.
Cuando el estrés te domine, respira hondo para eliminarlo de tu interior.y llénate de claridad y paz mental.
Evita seguir objetos de apego y de deseos que no sean virtuosos porque ellos te harán más vulnerable y ansioso.
Mantente siempre feliz y agradecido por todas las condiciones positivas de tu vida
Gratitud: Cerrar los ojos y, simplemente, repetir mentalmente la palabra “gracias” varias veces, gentilmente y sin forzar nada, nos conecta con un espacio de reflexión y de calma, elevando con ello nuestra frecuencia interna.
Hacer una lista de nuestros objetivos: En algún momento, es muy recomendable hacer una lista con 5 objetivos personales para el presente año. Mientras elevado sea el nivel de nuestros objetivos (acercándolos al nivel de nuestras emociones), más se activa el poder de atraer cosas favorables a nuestra vida. Solo es necesario hacer este listado una vez, luego revisarlo, perfeccionarlo si se desea y leerlo día a día.
Sonreír: tiene numerosos beneficios a nivel neuroquímico a medida que más lo hacemos. No se trata de sonreír a cada momento, pero sí de recurrir a la sonrisa cada vez que podamos. La sonrisa alivia nuestra energía, nos infunde confianza y la experiencia interna de comprensión de lo transitorio de las circunstancias externas. “Todo pasa y nuestro interior queda”.
Empujar nuestros límites: El hecho de ponernos desafíos y metas, haciendo cambios y tomando decisiones para nuestro crecimiento activa nuestra flexibilidad ante la realidad presente. Mientras más desarrollemos este músculo interno, más fortalecidos y preparados estaremos ante los cambios e irá perpetuando nuestra solidez interna.