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COLECCIONA MOMENTOS Y EXPERIENCIAS

La vida es una colección de momentos. Momentos vividos y disfrutados que nos van a pertenecer para siempre.

Coleccionar momentos, eso es vivir y así al acomodarlos en el alma, podemos dibujar en este sendero de vértigos, mil sonrisas, agazapar recuerdos mientras los pies alzan un vuelo, vuelos de sueños altos, muy altos, allá donde nuestros pensamientos sean felices, ten muy en cuenta hacia donde te diriges porque quizás acabes llegando.

Colecciono momentos, busco detalles que tengan algo especial y trato de concentrarme en ellos. Yo creo que la vida es difícil, pero hay momentos preciosos que valen la pena, y yo los colecciono para intentar ser un poco más feliz.

Cada vez tengo más claro que lo que hay que disfrutar son los momentos y las experiencias vividas.

A veces no nos damos cuenta de los pequeños placeres de la vida y las dejamos pasar, sin darnos cuenta ni siquiera de ellos. A veces me paro y sonrío y me gusta disfrutar de esas pequeñas cosas que hacen que los días en este mundo tengan sentido.

Son los detalles, los momentos  los que te alegran los días y te hacen sonreír cuando te acuerdas de ellos. De vez en cuando, párate, respira y disfruta de ellos.

En la vida las cosas vienen y van. Son momentos. Las personas vienen y van. Algunos se quedan más tiempo, unos pocos para toda la vida, y otros se van. El dinero también viene y va. Son ciclos. Son tendencias. Son pensamientos. Son emociones. Son sentimientos. Por eso, cuando son buenas, hay que disfrutar de ellas. Cuando no son tan buenas, hay que sentirlas y dejarlas marchar cuando sea el momento oportuno.

Al final,  la vida es lo que cada uno hace de ella. Siempre elegimos, a cada segundo, a cada minuto. Qué hacer, qué comer, qué decir, a dónde viajar, qué amigos tener, a quién besar, a quién amar o a quién aguantar, qué novio escoger, cuántos hijos tener, qué aficiones cultivar, qué querer conseguir, qué soñar, por qué sonreír,…

Siempre elegimos y así, construimos nuestra vida. Simple y fácil, ¿verdad? Aunque muchas veces no nos guste asumirlo e intentemos echarle la culpa a los demás. Esto es así. Lo importante: saber con qué la queremos llenar. “Tú decides con qué quieres llenar tus días” .

Cuando estoy con la gente a la que quiero, me gusta disfrutar de las cosas, de esos momentos que hacen que la vida tenga sentido. De esos pequeños placeres cotidianos que te endulzan el día a día.

Estar tumbado en una hamaca mirando la vida pasar, la ilusión de los niños, risas absurdas y fáciles con los de siempre, un beso de amor de mamá y otro de papá, encontrarte bien tan sólo con mirarle, dejarse llevar, las miradas con las que te comes a besos, un baño de burbujas, una llamada inesperada, tomar el sol, mirar el mar, estar en silencio, cenar delicioso y ver el amanecer, una larga conversación, despertar entre almohadones, flotar, sonreír y disfrutar.

Y así disfrutamos, saboreando las pequeñas cosas que convierten un día cualquiera en especial, olvidar tu alrededor por momentos. Maravilloso. El mundo se para y vuelas. Desconectar por completo, como si flotase en una nube entre almohadones. ¿Lo conoces? Un bonito detalle que te sumerge en el ambiente del momento.

La alegría duradera no viene únicamente de los objetos, viene de las experiencias. Nuestros cerebros son como libros de recuerdos vivos; recogen momentos en el tiempo, los enmarcan y los revisan constantemente.

Podemos obtener la felicidad de estos recuerdos años después de haber sucedido, y podemos disfrutar de ellos de una manera que nunca podemos disfrutar de las cosas materiales.

En un estudio, los investigadores exploraron la relación entre la felicidad y la memoria, y encontraron que la gente aprovecha las experiencias pasadas para obtener un sentido de felicidad y bienestar.

Otro artículo de investigación analizó lo que la gente tiende a lamentar en la vida; descubrieron que, en un orden descendente de importancia, éstos eran los remordimientos más comunes en la vida: no haber estudiado, no haber trabajado en algo que les gustara, no haber viajado más, no haber invertido más tiempo en sí mismos y por último, no haber estado con la persona que amaban. En ninguna parte de esta lista está: “no haber comprado un BMW “, o “no haber comprado una cartera Coach”, ni tampoco “no haber comprado un iPhone”. Las cosas de esa lista eran experiencias, no cosas.

Cuando nos enfocamos en perseguir experiencias que queremos tener en lugar de cosas que queremos comprar, estamos llenando nuestro libro de recuerdos con hermosas imágenes e historias y anécdotas que permanecerán por siempre. Incluso los eventos estresantes o desafortunados pueden hacer que las historias sean aún más interesantes y divertidas.

Somos la acumulación de todo lo que hemos visto, oído, olido, probado y sentido. Las experiencias vienen con lecciones de vida. Las cosas no vienen con algo más que con una factura.

La experiencia puede ser revivida. La experiencia tiene longevidad emocional. Y puede ir mejorando en nuestras mentes a medida que continuamos creciendo y progresando en la vida. Se queda con nosotros y son lecciones que podemos usar todos los días durante el tiempo que vivimos. Por el contrario, las cosas tienen fechas de vencimiento.

Recordar esos momentos de felicidad puede sostener un sentimiento de contentamiento mucho tiempo después de que el momento ha pasado, y las nuevas experiencias son recuerdos que pueden quedarse contigo para siempre.

Todos vamos a morir un día. Al final de nuestras vidas, nos vamos a hacer las mismas preguntas: ¿Viví?, ¿Tengo arrepentimientos?, ¿Experimenté todo lo que quería en la vida?

Pregúntate a ti mismo si quieres que tu existencia sea definida por el tipo de coche y casa que tienes o las aventuras y la libertad que tuviste en la vida.

Tómate el tiempo para disfrutar de la vida y crear recuerdos. Solo, con tus amigos, con tu familia, con gente desconocida.

Viaja, ve y regresa, y vuélvete a ir. Gástate los pies caminando calles nuevas, piérdete sin miedo, escucha todas las historias, haz todas las preguntas. Llena tu vida de experiencias.

Como Abraham Lincoln dijera con tanta sabiduría un día:

“Al final, no son los años de tu vida los que cuentan. Es la vida en tus años.”