Su dolor se convirtió en su mayor fortaleza.
Aprendió a escuchar su cuerpo y su alma, y descubrió el poder de la sanación interior.
Y aunque muchos no entendían sus métodos, ella sabía que la verdadera magia residía en la conexión con su propia esencia.
Con cada paso que daba hacia su propia sanación, se convertía en una fuente de luz para los demás.
Su sabiduría y compasión la guiaban en su camino, y su presencia calmaba las almas heridas.
La llamaban bruja, pero ella sabía que era una mujer que había encontrado su propio poder.
