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¿Qué es un algoritmo?

Un algoritmo es un conjunto de reglas definidas que permite solucionar un problema, ya sea preparar un postre suculento (el algoritmo sería la receta) como aparecer entre los primeros resultados de Google para una búsqueda determinada.

En realidad, los algoritmos se adaptan, transforman, están por todas partes, y son una de las razones de que las campañas de marketing digital sean cada vez más precisas. 

En la actualidad asociamos la palabra algoritmo a la revolución tecnológica, pero, en realidad, el concepto tiene siglos de antigüedad.

Para que te hagas una idea, aunque su origen etimológico genera dudas, se cree que podría venir del nombre de un matemático árabe que vivió en la Edad Media, al-Jwārizmī.

Lo que sí está claro es que ejemplos de algoritmos son las operaciones matemáticas básicas: la suma, la resta, la multiplicación y la división. Y estas se utilizan desde… quién sabe desde cuándo.

Si viajamos un poco adelante en el tiempo, encontramos otros tipos de algoritmos. Por ejemplo, una receta de cocina o la operación que desbloquea un electrodoméstico.

Y si seguimos un poco más, ya nos topamos con los algoritmos que definen lo que vemos cada vez que nos conectamos a internet o miramos nuestro smartphone: la predicción del tiempo para nuestra zona, las noticias en Facebook, las localizaciones en la app de mapas, etc.

¿Qué es un algoritmo?

Un algoritmo es un conjunto de reglas definidas que permite solucionar un problema, de una determinada manera, mediante operaciones sistemáticas (no necesariamente ordenadas) y finitas. Estas instrucciones, definidas y ordenadas en función de los datos, resuelven el problema o la tarea.

En realidad, los algoritmos se adaptan, transforman, están por todas partes, y son una de las razones de que las campañas de marketing digital sean cada vez más precisas. 

¿Qué tienen en común todos estos algoritmos?

Características de un algoritmo

Decíamos que un algoritmo es una serie de instrucciones para resolver un problema, pero hay más:

  • Las instrucciones o reglas son finitas, es decir, hay un número determinado de ellas.
  • Son pasos elementales. ¿En serio? ¡Claro! Si existen algoritmos complicados es porque estos pasos son muy, muy numerosos (no porque sean enrevesados).
  • Se aplican de forma ordenada.
  • Siempre dan un resultado al final.
  • Y ante los mismos datos o input, el output siempre es el mismo (2+2 siempre es 4).

Partes de un algoritmo

De las características del algoritmo se deduce que tiene tres partes:

  • La entrada o input: son los datos sobre los que aplica las instrucciones. En una receta, serían los ingredientes; para el PageRank de Google, son todas las páginas web que detecta la araña del buscador.
  • Procesamiento o instrucciones que lleva a cabo: con lo recibido en la entrada o input, el algoritmo realizará una serie de cálculos lógicos para resolver el problema.
  • Salida o resultado obtenido. En la receta, el postre rico, rico; en la SERP de Google, los contenidos que muestra.

Todo esto está muy bien, pero, ¿por qué se habla tanto últimamente de algoritmos?

Para qué sirve un algoritmo

 

Un algoritmo nos ayuda a resolver un problema de forma sistemática e inequívoca.

Por ejemplo, cada vez que tenemos que hacer la colada, basta con introducir la ropa en la lavadora (más el detergente y el suavizante) y el algoritmo de esta ya se ocupa él solito de dejarla como nueva. O cuando queremos saber la cifra exacta que esconde un porcentaje, regla de tres ¡y listo!

Pero con la llegada de los ordenadores, el algoritmo cobra más importancia. Y es que permite obtener un resultado a partir de un gran volumen de datos, y hacerlo en tan solo un segundo (o incluso menos).

Es el algoritmo computacional, y sus usos son cada vez más diversos.

Imagina la cantidad de páginas web que existen en internet, o las publicaciones que a diario publican todos los perfiles a los que sigues, o el listado ingente de vídeos que están en YouTube. Inabarcable, ¿verdad? Así sería, si no fuera por los algoritmos.

Estas operaciones permiten seleccionar qué contenido se muestra al usuario, en función de las reglas que cada algoritmo tenga definidas. Y esto es sumamente importante para las marcas, porque (ya lo hemos dicho varias veces) si no sales, no existes.

Ejemplos de algoritmos

Pagerank

El algoritmo PageRank de Google es quizá el más conocido del mundo digital. Su función es seleccionar el orden de los enlaces que aparecen cuando insertas una palabra o conjunto de palabras en el cajetín de búsqueda. Pero en el rey de los buscadores también operan otros algoritmos, menos conocidos, que se encargan de filtrar los resultados por país de procedencia, idioma… además de seleccionar qué contenidos de pago (anuncios) ve cada usuario en ese momento del día y para esa keyword.

Edgerank

Edgerank es el nombre del algoritmo de Facebook y se encarga de determinar qué publicaciones ves cada vez que accedes a la red social. No, no se trata de las últimas que han publicado todos tus contactos, sino de aquellas que Edgerank cree que pueden ser de tu interés. Así que si hace mucho que no sabes nada de tu antiguo compañero de clase, échale la culpa a este algoritmo.

Netflix

¿Por qué Netflix te recomienda unas series y películas y no otras? ¡Exacto! Por su algoritmo, una combinación de factores como tus gustos, las horas a las que te conectas o lo que ya has visto, que decide cuál va a ser tu próxima obsesión.

Algoritmos de recomendación

Spotify, YouTube o Instagram también funcionan con algoritmos de recomendación. De su éxito, es decir, de lo precisos que sean a la hora de acertar qué contenidos les van a molar a los usuarios, depende no solo la rentabilidad de las marcas que los ofrecen, sino también la propia experiencia de usuario en el canal. Si cuando entras en Spotify y pulsas en la opción de Radio, sonarán canciones que hacen daño a tus oídos, ¿a que no repetirías?

Los algoritmos también son la base de los chatbots que emplean cada vez más comercios electrónicos para dar un servicio al cliente más inmediato; sirven para realizar análisis predictivos gracias a la inteligencia artificial; ayudan a determinar el modelo de atribución de un negocio digital (qué punto de contacto tiene mayor tasa de conversión)… Incluso sirven para realizar grandes operaciones financieras que serían imposibles para un ser humano, como explican en esta charla. Aunque a veces, también fallan.

Las posibilidades del algoritmo son tantas que, mientras estás leyendo este texto, seguro que alguien, en algún lugar, está diseñando uno nuevo. El reto es doble: que resuelva el problema que se plantea de manera eficaz, y que además no escape al control humano.