ORGULLO Y HUMILDAD
D. Orgullo y Doña Humildad tenían un hijo llamado Equilibrio, nacido de la suma de ambos en un maravilloso acto de amor.
Equilibrio era un hijo de lo más sabio y que gustaba de observar a sus padres. Era consciente de que sus padres sufrían por motivos opuestos y complementarios y se preguntaba cómo sus padres podían estar tan ciegos a sí mismos y, por ende, al otro.
Un día, Equilibrio se cansó. Decidió que tendría que echarles un sermón a sus padres. Su padre, D. Orgullo, llevaba dos meses sin hablarle a su madre. Y su madre, Doña Humildad, no paraba de poner la otra mejilla.
Esa noche, mientras cenaban en un incómodo silencio, decidió que había llegado el momento:
—Tengo que hablar con los dos —dijo Equilibrio mirándolos de lo más serio.
Ambos padres miraron con ternura y simpatía a su hijo de ocho años, tan maduro desde el día en que nació.
—Para que yo naciese, tuvisteis que sumaros los dos. Cada uno fue igual de importante en el resultado. Cada uno tenía una razón de ser en ese resultado.
Equilibrio los miraba alternativamente. Pinchó un guisante y continuó:
—Papá, tanto orgullo te hace sufrir porque te aleja o aleja a quienes amas; necesitas dosis de humildad para reconocer que todos nos equivocamos y tú también. Mamá, tanta humildad no es amarte a ti misma igual que a los demás. Si te amas, te valoras y, si te valoras, no solo respetas a los demás sino que también te haces respetar. Y para hacerte respetar, necesitas dosis de orgullo. Y ¿por qué tienes que hacerte respetar por los demás? Porque es la forma de respetarte a ti misma, ya que el respeto forma parte del amor.
Equilibrio metió el guisante en la boca, masticándolo complacido. Sus padres lo miraban, pensativos.
—Sé que me amáis. Sé que me consideráis de lo mejor que habéis hecho en la vida. Y si yo soy quien soy es porque en mí está lo mejor de cada uno de vosotros. Papá, tienes que aprender de la humildad de mamá. Mamá, tienes que aprender del orgullo de papá.
MORALEJA: Los extremos forman parte de una misma cosa y esa cosa es el equilibrio. El equilibrio no puede existir rechazando. El equilibrio existe integrando los opuestos y comprendiendo su razón de ser, su complementariedad.
“Aquello que rechazas, te somete; aquello que aceptas, te transforma”