Las palabras de Napoleón tras pasar una noche en la pirámide de Keops: “Aunque os lo dijera no me creeríais”
El líder francés, convencido en su similitud con Alejandro Magno, pasó una noche en el emblemático monumento a solas con sus pensamientos.
La Gran Pirámide de Keops es todo un misterio monumental envuelto en una leyenda oscura. Heródoto, historiador griego, fue el mensajero de esta narrativa sombría que ha permanecido a través de los siglos. Keops, el segundo monarca de la dinastía IV del Antiguo Egipto, ha quedado inmortalizado como el arquitecto de una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.
La grandeza del monumento funerario de Keops está empañada por la leyenda de su despiadado reinado. Se dice que, para financiar la construcción de la pirámide, el faraón habría obligado a su propia hija a sumergirse en la degradación, entregándola a la prostitución.
Hay pocas teorías sobre esto, por lo que no podemos dilucidar si es verdad o no. Heródoto dio su versión: “A tal extremo de maldad llegó Keops que, por carecer de dinero, puso a su propia hija en el lupanar con orden de ganar cierta suma, no me dijeron exactamente cuánto. Cumplió la hija la orden de su parte, y aun ella por su cuenta quiso dejar un monumento, y pidió a cada uno de los que la visitaban que le regalara una sola piedra; y decían que con esas piedras se había construido la pirámide que está en medio de las tres”.
Napoleón quiso seguir los pasos de Alejandro Magno
Las pirámides, testigos silenciosos de la historia, han atraído a todo tipo de líderes y conquistadores a lo largo de los siglos. Uno de estos admiradores fue Napoleón Bonaparte, un hombre obsesionado con Alejandro Magno, que quiso seguir su camino.
En el verano de 1798, durante su campaña en Egipto y Siria, Napoleón hizo una pausa en su camino para rendir homenaje a la Gran Pirámide de Keops.
Alejandro Magno, según las leyendas, había pasado una noche dentro de la Gran Pirámide en busca de experiencias transcendentes, y, convencido de sus propias similitudes con el gran conquistador, Napoleón, se adentró en soledad.
La noche transcurrió en silencio, pero al amanecer, Napoleón salió desencajado. Sus acompañantes estaban expectantes por conocer su experiencia, a lo que este respondió: “Aunque os lo dijera, no me creeríais»