Nuestros antepasados sabían que al alzar sus ojos encontrarían las respuestas que necesitaban, ahora es nuestro turno de recuperar esa sabiduría del Universo.
Cada paso, cada trayecto es una enseñanza y prueba de la infinidad del Universo y de Dios. Nuestro andar es un continuo avance hacia un lugar que muchos creemos desconocer, pero que tiene un gran y divino propósito.
Encontrar este significado es posible con tan sólo tomar en cuenta las claves que nuestro entorno nos da en cada paso. Al percibirlas seremos capaces de distinguir en algún momento lo que en realidad es nuestro camino. Sobre todo, podremos saber hacia dónde se dirige nuestra vida y, por ende, cuál es nuestra Misión.
Esas claves están en todo lo que nos rodea, son símbolos que para cada ser tienen un significado único y definitivo para nuestra existencia. Esta claves se encuentran en una infinidad de elementos y tienen como fin participar en esa “ayuda” que nos guiará a seguir por el sendero correcto de nuestra Misión. Uno de esos elementos son las hermosísimas nubes.
Las nubes se manifiestan en el cielo con su incesable andar y movimiento, creando una ilimitada serie de símbolos y formas que para cada persona tendrán un significado especial.
En realidad ellas siempre están mostrándonos una clave más que ayudará de manera consciente o inconsciente a distinguir en qué momento o estado nos encontramos en ese camino.
O quizás simplemente busquen llenarnos de esperanza y de fe con el amor que la manifestación de su belleza produce en nosotros al verlas.
Sólo es preciso detenernos un poco para dar pie a un momento de conexión con lo sublime y, si somos capaces de apreciar esa belleza tan pura, lograremos entonces dar un paso más hacia la verdad de nuestro ser y de nuestro espíritu. Un paso que puede ser determinante para el curso de nuestra vida y toma de decisiones, un elemento que definirá hacia dónde nos llevará nuestro camino.
Existen diez clases de nubes, cuya simple visión en el cielo nos puede dar pistas fehacientes de la evolución de la atmósfera:
Estratos.- Son nubes bajas, que pueden formar nieblas a ras de suelo. Se distinguen con facilidad y acostumbran a cubrir los valles en situación de buen tiempo.
Nimboestratos.- Capas uniformes grises y oscuras que cubren todo el cielo en situaciones de lluvias. Con frecuencia reposan en forma de nieblas sobre las montañas.
Altocúmulos.- Manto discontinuo de pequeñas nubes agrupado como un rebaño. Suelen anunciar lluvias en breves horas.
Cirros.- Su aspecto filamentoso y deshilachado las identifica sin ninguna dificultad. Su textura fibrosa, constituida por hielo recuerda las telas de araña.
Cirrocúmulos .- Cielo de textura lanosa, con pequeñas agrupaciones que parecen el oleaje del mar. Pueden confundirse con altocúmulos, que son más opacos y producen sombras.
Estratocúmulos .- Capas de nubes grises y de dimensión horizontal, mucho más largas que altas. Dan un tono plomizo al cielo. No producen lluvia pero denotan humedad.
Cúmulos .- Nubes separadas, de color blanco característico y de base aplanada grisacea. Sus contornos globulares están muy bien definidos. Preceden a las tormentas.
Cumulonimbos .- Espectacular formación de nubes en forma de coliflor enorme, que produce chubascos, tormentas y granizadas. Adquieren forma de yunque si se aplanan por encima.
Cirroestratos .- Capa fina de cristales de hielo que produce muy a menudo efectistas coronas y halos alrededor del Sol. Anuncian lluvias si ganan espesor.
Altoestratos .- Manto nuboso uniforme y gris, que permite dislumbrar el disco solar o lunar. El sol luce tenue y tibio.
El viento es quizás, de todos los parámetros, el más determinante. Cada viento comporta en un cierto lugar unas condiciones de humedad y temperatura determinadas, que van a inducir o no en el crecimiento de nubes.
Busquemos su guía:
Desde siempre el cielo nos ha llenado de guías con el sol, las estrellas, los cometas, las nubes, la lluvia, todos ellos nos traen regalos que desgraciadamente pasan siempre desapercibidos e ignorados.
Pocas personas se dan cuenta que estos elementos de la naturaleza nos dejan símbolos que, si fueran tomados con el corazón, nos ayudaría a contestar lo que no tiene una respuesta, a sentir lo que nos negamos creer, a vivir con la seguridad de nuestro paso.
Por esto recordemos que tal y como nuestros sabios hermanos antepasados lo dejaron escrito: “La respuesta a toda nuestra existencia se encuentra en el cielo con sus infinitas manifestaciones”…
No olvidemos que si creemos encontrarnos perdidos o con incertidumbre de hacia dónde nuestra vida se dirige, sólo necesitamos alzar los ojos hacia ese cielo inmenso que con por medio de claves y símbolos reflejadas en sus nubes, sol, luna o estrellas nos trata de recordar que el infinito existe.
Son el recordatorio de que nosotros formamos parte de él. Es muy importante no olvidarlo porque esto nos ayudará también a abrir las puertas de nuestro corazón, el cual guarda toda la sabiduría.
Al hacerlo lograremos que cada forma que podamos distinguir en una nube nos revele un mensaje especial de Dios y su universo: La clave de la felicidad infinita…