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La Rosa de Jericó para limpieza dinero y amor

La rosa de Jericó cuenta con muchas propiedades, sobre todo, místicas, por lo que se cree que es un excelente amuleto para bendecir a personas y todo tipo de lugares.

Esta planta absorbe las energías negativas y las convierte en positivas. Además, suele ser utilizada en cremas rejuvenecedoras y para tratar dolencias.

La rosa de Jericó es muy distinta a las rosas tradicionales. Cuenta con una característica muy particular, dado que, tiene su origen en las regiones desérticas donde crece, se desarrolla y reproduce hasta que el lugar se torna desfavorable y comienza a perder sus flores y hojas, y sus ramas se doblan, formando una especie de pelota que va donde se la lleve el viento. Recorren varios kilómetros hasta encontrar un sitio húmedo, donde hunden sus raíces y se abren, volviendo a florecer.

Su origen se encuentra asociada con el cristianismo, por lo que también se la conoce como la “rosa de la resurrección”. Según una leyenda, la Sagrada Familia al huir de Belén con el niño Jesús para liberarlo de la matanza que el rey Herodes había ordenado, logró atravesar las planicies de Jericó y, cuando la virgen María bajaba del asno que montaba, de sus pies brotó una flor hermosa y delicada.

Al mirarla sonrió, porque comprendió que había surgido para saludar al niño Jesús. Durante toda la permanencia de Cristo en la Tierra, miles de rosas de Jericó florecieron, pero cuando murió sobre la cruz, estas se secaron y murieron. Tres días después cuando Cristo resucitó, las rosas de Jericó crecieron nuevamente e irradiaron un hermoso perfume.

La Rosa de Jericó es, en realidad, un helecho.  Tiene la particularidad de poder presentarse en dos estados completamente diferentes: hecha una bolita, pareciendo un simple matojo mustio, cuando las circunstancias son desfavorables; o con los esporangios extendidos y de un color verde vivo, cuando encuentra suficiente humedad a su alrededor. La alternancia entre estas dos fases puede realizarlas en inmumerables ocasiones durante más de 20 años.

 

Los ocultistas de todos los tiempos han sabido que esta es una planta sacra y una de las más mágicas de nuestro mundo.  Durante milenios ha sido utilizada por chamanes y brujos por sus reputadas propiedades mágicas, y más tarde se ganó un lugar en los laboratorios de los alquimistas. La Rosa de Jericó absorbe y se alimenta de todo tipo de energías del lugar donde se encuentra, especialmente de las negativas, transformándolas en positivas. También se la conoce con el nombre de doradilla o planta de la resurrección.

Entre los usos mágicos que le han dado las distintas culturas, destacan la propiedad de bendecir y proteger casas y atraer la suerte, el dinero y la fortuna a los negocios. Los practicantes del vudú también la utilizan para atraer dinero y amor. Pero los beneficios de este auténtico talismán viviente no acaban aquí: los que decidan poner una Rosa de Jericó en su vida y trabajen con ella, experimentarán mejoras en su salud, vida en pareja o matrimonial, exámenes, en el trabajo, los negocios, la prosperidad económica o en la suerte de sus vástagos.

Científicamente, la doradilla se denomina “Selaginella lepidophilla” y pertenece a la familia de las licopodíneas. Crece prolíficamente en los extensos prados de los Estados Unidos, y también se la puede encontrar en algunas zonas del norte de España, oeste de Francia, Bélgica y Oriente Próximo. Es una molécula de azúcar, denominado trehalosa, la que le confiere la capacidad de “resucitar”. Otros animales y plantas, como los tardígrados, también hacen uso de ella para salir de estados de muerte aparente. Incluso se encuentra en varias algas marinas y hongos, como la conocida seta shiitake, en los que jugaría un papel esencial en los procesos de hidratación/deshidratación.

Los griegos la llamaban la planta sagrada de la resurrección, y los árabes rosa de ariha.

Los “hombres medicina” de los indios Hopi buscaban las que nacían entre las rocas, pues aseguraban que eran las mejores para darle usos medicinales. No en vano se le reconocen propiedades terapéuticas, en especial como diurética y para la cura y mejoramiento de heridas.

Para las culturas precolombinas también era una planta sagrada, pues se han encontrado doradillas en muchas tumbas de jefes y grandes sacerdotes.

En realidad, no se conoce a ciencia cierta cuándo recibe el nombre de Rosa de Jericó y por qué se le dio en un momento dado, pues no es oriunda de esta ciudad palestina, donde ni se la conocía. Se cree no obstante que la llevaron hasta allí algunos viajeros en los primeros siglos de la Edad Media (de ahí el nombre que se le daba en esa época, Rosa Hiericontea). Una vez arribó a Jericó, punto comercial importante en el que se vendían principalmente hierbas medicinales y aromáticas, se comenzó a utilizar para bendecir casas y atraer fortuna a los negocios. A partir de aquí, su fama como planta mágica no hizo más que extenderse.

Jericó, la ciudad de las palmeras

Su uso en las artes mágicas en el continente asiático se pierde en la noche de los tiempos. En Europa se empieza a conocer en el siglo XIII. Se cree que en principio se utilizaba para adivinar el tiempo, por su gran sensibilidad a los cambios de humedad. Los magos y chamanes prestaban atención a las rosas de Jericó del desierto. Con la llegada de la humedad se abrían lentamente, pero si la lluvia era inminente, se expandían con más rapidez. En ausencia de precipitaciones o tiempo seco permanecían cerradas.

Los alquimistas y los magos antiguos la acogen en sus laboratorios, bautizándola con el nombre de “Flor Divina”. Los ocultistas franceses aseguraban que si una mujer embarazada coloca una doradilla en un vaso de agua de lluvia y se despliega con ufanía, es señal de que el parto se llevará a cabo sin mayores complicaciones.

Aún hoy en día se pueden ver en la zona de Balonia (Bélgica) platos o jarras llenas de doradillas en hogares y comercios públicos. En Normandía también se pueden observar todavía en algunas iglesias, como recuerdo de aquella época en la que la magia se fusionaba con la religión.

Son varias las leyendas que tienen como protagonista a la Rosa de Jericó. Por ejemplo, una de estas historias nos ha llegado desde la época medieval: en el siglo XIII, un caballero catalán llamado Guillaume, perteneciente a la nobleza de Vallespir, regresó de las cruzadas con varias de estas plantas convencido de las propiedades mágicas que se le asignaban en Oriente. Al llegar a su tierra se encuentra con que su hijo había contraído la lepra, la enfermedad más letal en aquellos tiempos. El caballero, movido por la fe ante tal triste suceso, decide ir a recoger agua bendita de una iglesia cercana y poner en ella una Rosa de Jericó. Siguiendo la tradición ocultista de las novenas, la tuvo allí durante 9 días  y después hizo que su hijo se lavara la cara en esa agua. Según la leyenda, el joven curó casi de inmediato, lo que dejó perplejos a todos los que allí se encontraban. Otra leyenda cuenta que cuando Jesús se encontraba orando en el desierto, una Rosa de Jericó que el viento empujaba a su antojo, quedó parada a sus pies. Al amanecer, la humedad del ambiente se transformaba en gotas de rocío que quedaban posadas delicadamente entre las ramas de la planta. Jesús recogía estas gotas con sus dedos y se las llevaba a los labios para calmar su sed, después de haber pasado toda la noche rezando.

 

Otra leyenda hace referencia a cuando María y José huían de Belén con el niño Jesús para evitar que Herodes pudiera asesinarlo. Cuando estaban atravesando las llanuras de Jericó, María se bajó del burro y al tocar el suelo brotó una Rosa de Jericó para saludar al niño. Dicen que cuando Jesús murió en la cruz, todas las rosas se marchitaron, y tres días después, coincidiendo con la resurrección, volvieron a la vida de nuevo. Otra versión dice que la Rosa surgió como símbolo de la energía que se difundió especialmente en esa zona al  morir el Cristo y derramar su sangre por nosotros.

En la Biblia se hacen varias referencias a la Rosa de Jericó, de las que entresacamos esta en las que se cita textualmente: “Crecí como palmera en En-Gadi y broté cual rosa de Jericó; como magnífico olivo en la llanura, y crecí como el plátano…” .  (Elogio de la sabiduría, capítulo 24, versículo 24).

Mantenimiento de la Rosa de Jericó 

Si hemos adquirido una Rosa de Jericó por primera vez, buscaremos un cuenco, plato hondo o pecera de materiales naturales (barro cocido, madera, cristal, monterita…) donde colocarla. Los recipientes de materiales sintéticos no son tan afines y resultan mucho más bastos a la hora de dejar pasar las energías.

A los tres días, cambiaremos el agua, y a partir de esta vez puede hacerse cada dos semanas. La primera vez debe ponerse en el agua un martes o viernes a las nueve de la mañana o tres de la tarde. Esta operación debe realizarse siempre a la misma hora, tanto la primera vez que le cambiemos el agua a los tres días como en las veces sucesivas. También, cada vez que cambiemos el agua o queramos pedir algo en especial, recitaremos esta oración:

Divina Rosa de Jericó. Por la bendición que de nuestro Señor Jesucristo recibiste, por la virtud que tú encierras y por el poder que se te concedió, ayúdame a vencer las dificultades de la vida, da paz, prosperidad, alegría, salud y felicidad a este hogar en donde tú estás, al igual que a sus moradores, protégelos de cualquier enfermedad y mal. Divina Rosa, todo esto te lo pido en virtud de todo aquello que tú encierras, en y por amor de Cristo Jesús. Amén.

Si el agua se pone turbia los primeros días, es que efectivamente está ejerciendo su acción vibratoria y purificante del lugar. Es preferible que permanezca sumergida dentro del recipiente, para lo cual podemos añadir agua siempre que sea necesario. Si el agua está clara, es señal de que todo va bien.

 

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