El término lucense de O Incio da cobijo entre sus bosques a la iglesia de San Pedro Fiz, cerca de un paraje con cascada que toma su nombre.
En un remoto paraje de la comarca de Sarriá, en la montaña lucense, se halla la iglesia de San Pedro Fiz, considerada «la única de mármol» de España, que fue erigida con una combinación de este material y piedra caliza extraídas en la zona.
Silenciosa junto a un castaño centenario, el pequeño templo se ubica a unos 700 metros de altura en el municipio de O Incio, más concretamente en la minúscula Hospital do Incio, aldea rozada por las montañas de O Courel, cuya visita en medio de la nada traslada de inmediato a tiempos lejanos.
La iglesia está declarada Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España.
ORIGEN TEMPLARIO
La iglesia de San Pedro Fiz que hoy se contemplar fue en origen construida en el siglo XII sobre un templo anterior, utilizando el mármol azulado de las canteras cercanas, el singular material pétreo que abundaba en la zona.
Como no podía ser de otro modo, las leyendas acechan a este paraje ceñido por montañas, donde se afirma que «fue el mismo diablo el que erigió el templo en una sola noche».
Puede que esto sea una simple fantasía, pero el origen real de San Pedro Fiz es igualmente legendario, ya que el edificio fue creado por monjes de la orden templaria de San Juan de Jerusalén o de Malta, cuyo símbolo, la cruz cuadrada, decora varios rincones del monumento.
El conjunto fue adquirido en el siglo XVI por lo señores de Quiroga para ser usado como panteón. En su interior aún se guarda la tumba de uno de sus miembros: el comendador fray Álvaro de Quiroga.
La Orden de los Caballeros de Malta dejaron su huella en otros monumentos de esta zona de Lugo, como son la iglesia de San Juan en Portomarín, al norte de San Pedro Fiz, o el castillo de la encomienda en Quiroga, al sur.
UN TEMPLO PROTECTOR
San Pedro Fiz (Félix) es una pequeña iglesia de estilo románico que en origen formaba parte de un conjunto amurallado con edificios como hospedería y hospital, creados en el siglo XII para asistir a los peregrinos que transitaban por estos parajes aislados de las montañas gallegas.
El lugar ejercía la labor de acogida y hospitalaria base de esta orden religiosa, cubriendo la variante de la Ruta Jacobea a Compostela que unía A Pobra de Brollón, en el Camino de Invierno, con Samos, en el Francés. La ermita permitía la oración a la vez que daba protección a los caminantes, que a menudo sufrían ataques de ladrones y maleantes.
El recinto estaba entonces amurallado, donde se erigían varias torres atalayas adosadas al muro, como la que hoy exenta de la iglesia hace las funciones de campanario.
LEGADO ROMÁNICO RURAL
El acceso principal al templo se realiza por una arcada románica esculpida con cuatro arquivoltas con capiteles vegetales y una cruz de Malta en el tímpano adintelado.
Existen otras dos entradas laterales, una con porche y también marcada con el símbolo de los caballeros de Jerusalén. Pero donde más se aprecia la huella de este estilo es en el interior. Según las luces y sombras que se filtran por las escuetas aberturas, los reflejos del mármol azulado cobran más vida y crean una atmósfera de tintes irreales.
Además de la tumba de fray Quiroga, enmarcada por un arco gótico y con el personaje representado con una espada en sus manos, se pueden contemplar capiteles de ese estilo, el altar en piedra, una talla de la Virgen que data del siglo XIV, otra de Cristo del XIII y una singular crucifixión en piedra que se cree se remonta a época paleocristiana, y que se halló enterrada bajo el prebisterio durante una restauración en 1986. La imagen muestra dos caras sobre los brazos, representando la Luna y el Sol, y otras figuras debajo, uno en reverencia y otro orando.