A veces creemos que la felicidad es ese lugar al que algún día vamos a llegar como si fuera una cima, una meta, un estado permanente de euforia pero la verdad es que para mí la felicidad no siempre grita, no siempre se nota, no siempre se celebra, de hecho a veces la felicidad es tan suave que pasa desapercibida, es esa paz silenciosa de estar contigo y no querer huir, es poder mirarte al espejo sin juzgarte tanto, es quedarte a solas y no sentirte vacía, es un café sin prisa, una mirada que te abraza, una conversación donde puedes ser tú misma sin miedo , porque uno no es feliz cuando todo es perfecto sino que uno empieza a ser feliz cuando ya no necesita que todo lo esté, cuándo dejas de perseguir la felicidad como una promesa y la empiezas a reconocer en los pequeños momentos que antes pasaban de largo, porque al final la felicidad real se parece mucho más a la quietud que a la euforia , más al sentir que al lograr , y mucho más al presente que a cualquier otro lugar.
