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KINTSUGI: Significado y filosofía de un arte inspirador

El significado espiritual del kintsugi es celebrar la resiliencia al mostrar cómo las piezas rotas pueden convertirse en algo aún más valioso y hermoso, de la misma manera en la que los acontecimientos difíciles de la vida pueden reforzarnos y enriquecernos.

El Kitsugi o kintsukuroi es un arte japonés milenario que aborda este problema de una manera única y sorprendente. En lugar de ocultar las cicatrices del objeto, las abraza, convirtiéndolas en una parte integral y hermosa del diseño. Aquí encontramos el significado espiritual del Kintsugi: aceptar la belleza de «nuestras reparaciones».

Te vamos a hablar de los enfoques de este arte a muchos aspectos de la vida y de cómo la psicología moderna occidental ha visto la riqueza de la filosofía del Kintsugi aplicada no solo a lo material, sino a lo emocional.

En qué consiste la técnica Kintsugi

Kintsugi es una técnica de reparación de cerámica que utiliza un material adhesivo mezclado con polvo de oro, plata o platino para unir piezas rotas. Antiguamente en ocasiones se soldaba directamente con oro para unir los trozos. Hoy en día hay se utilizan pegamentos industriales y se aplican más materiales además del polvo dorado.

Es una de las técnicas de cerámica más fascinantes que nos ha llegado desde Asia, y una de las que ha aportado una mayor carga filosófica, que enriquece la forma usual de pensar en occidente.

¿Qué quiere decir Kintsugi en japonés? Su definición.

La palabra Kintsugi se escribe en japonés 金継ぎ, que significa unir o unión con oro.

También es llamado Kintsukuroi, que incluye el concepto de reparación 金繕い

Estas letras japonesas son ideogramas, cada uno representa un concepto diferente. El elemento común en estas definiciones es el ideograma o Kanji  para el elemento oro.

Kintsugui se pronuncia en español como “kinsugui”, la t apenas se pronuncia y la g es como en “guisante”.

Esta ha sido una explicación más literal de su traducción, ahora bien, su significado es algo más profundo y que se aplica a más facetas, además de la reparación de cerámica rota.

El profundo significado del Kintsugi: Su enseñanza emocional y espiritual

La metáfora detrás de las roturas de un objeto son las cicatrices de nuestras experiencias vitales dolorosas. Las cuales no han de ser ocultadas, sino que nos hacen ser como somos.

Nos llega a través de la mayoría de medios una “imposición” por estar bien y por aparentar un estado eufórico en todo momento que lleva a algunas personas a ocultar sus miedos, frustraciones, tristeza y todos los estados de ánimo que no encajan con un estereotipo que nos tiraniza.

Aquello, que nos ha causado rotura, herida, nos da fortaleza y nos imprime carácter, y es algo valioso que no hay que ocultar, sino exhibir como algo valioso, como se hace con el oro.

Una metáfora sobre la vida

El arreglar cerámica con oro puede ser visto como una metáfora poderosa para la resiliencia humana. En nuestras vidas, todos experimentamos momentos de dolor, pérdida y trauma que pueden dejarnos heridos emocionalmente. Pero al igual que el kitsugi, podemos elegir reparar esas heridas y transformarlas en algo hermoso y valioso.

En psicología hay varias terapias relacionadas con la filosofía japonesa. Por ejemplo, la terapia cognitivo-conductual se enfoca en identificar y cambiar patrones de pensamiento negativos, ayudando a las personas a reconstruir su autoestima y recuperar su bienestar emocional.

La terapia del arte también puede ser útil, ya que permite a las personas expresar sus emociones y procesar una experiencia espiritual a través de la creación artística.

¿De dónde viene el arte del Kintsugi? Su historia y leyenda.

Hay muchas teorías y los historiadores nos ofrecen varias versiones, te planteamos las más extendidas:

  • En el siglo XIV, cuando los shogun o señores feudales japoneses comenzaron a traer cerámica china y coreana, conocieron esta técnica directamente de estos países.
  • Por otro lado se atribuye su nacimiento directamente en Japón por la influencia de la filosofía Zen en el arte cerámico durante la era Muromachi (1336-1573)
  • XV el shogun Ashikaga Yoshimasa, viendo la reparación con grapas que se hacía en China con la cerámica rota, ideó esta manera de unir los trozos y que se siguieran viendo las juntas.
  • El daimyo (otro señor feudal)  Hideyoshi Toyotomi, ya en el S. XVI ordenó arreglar una cerámica rota y, viendo que la pieza reparada podría tener una nueva belleza al resaltar las uniones, hizo que los alfareros comenzaran a repararlas de esta manera, usando oro y metales preciosos para juntar los trozos rotos de la cerámica.

El origen del Kitsugi es tan debatido como el de la cerámica misma, sin que haya acuerdo en si vino primero de China a Japón o nació directamente en este país. En cierto modo, su origen entra dentro del terreno de la leyenda. Lo importante es que su filosofía haya llegado intacta.

¿Qué representa este arte japonés?

En la filosofía japonesa, esta método se asocia con la idea de wabi-sabi, que celebra la belleza de la imperfección, la simplicidad y la modestia. La técnica de reparación se considera una forma de honrar la historia y la vida del objeto, y de transformar las cicatrices en belleza. El Kintsugi también se asocia con el concepto japonés de «ma» (間) , o el espacio entre las cosas. El espacio en el objeto reparado se convierte en una parte integral del diseño, y el objeto se convierte en algo nuevo y único.

La idea de ma también se puede aplicar a nuestras relaciones con los demás. En lugar de tratar de eliminar las diferencias o las tensiones, podemos aprender a valorar y aceptar el espacio que hay entre nosotros y los demás, y encontrar formas de convertir esas diferencias en algo hermoso y significativo.

Estos significados suelen estar interrelacionados, como ocurre con la idea de Nankurunaisa, que es una expresión en el que se traduce aproximadamente como «tómatelo con calma» «todo está bien», actitudes que conforman la filosofía detrás del arte.

Su presencia en la cultura popular:

Este tipo de cerámica artística que se realizaba hace siglos, ha inspirado obras de arte y diseño en todo el mundo.

La artista estadounidense Rachel Sussman creó una serie de obras de arte inspiradas en el Kintsugi, que incluían fotografías de objetos rotos y reparados con una fina línea dorada.

La marca de moda japonesa Kapital lanzó una colección inspirada en este arte japonés de reparar con oro , que incluía ropa de mezclilla y prendas de punto que presentaban parches de tejido unidos con hilo dorado.

Tatuajes:

Hay una marcada tendencia de llevar un «tatuaje kintsugi», que no es ni más ni menos que trasladar a un diseño en la piel la imagen de una obra realizadas con esta técnica, o bien los kanjis o ideogramas que corresponden a su nombre, que muchos considrean unas palabras japonesas bonitas a plasmar en tinta.

La filosofía japonesa del Kintsugi y su aplicación personal

Hay que tener en cuenta que en Japón, el arte, la filosofía, la religión están unidos más allá de lo simbólico.

Para aplicar la filosofía del kintsugi en nuestra vida cotidiana, es importante aprender a aceptar nuestras imperfecciones y aprender de ellas. En lugar de esconder o negar nuestras heridas, podemos verlas como oportunidades para crecer y fortalecernos. Es importante reconocer que las cicatrices emocionales no nos definen, sino que son parte de nuestra historia y nos hacen quienes somos.

También podemos practicar la gratitud y la apreciación por lo que tenemos en nuestras vidas, incluyendo nuestras relaciones, nuestras experiencias y nuestras propias fortalezas y virtudes. Al igual que el Kintsugi japonés, podemos aprender a ver lo que parece roto o dañado como algo hermoso y valioso, y recordar que nuestra historia nos hace únicos y preciosos.

En resumen, esta filosofía nos invita a abrazar nuestras imperfecciones y encontrar belleza en nuestras cicatrices emocionales. Al hacerlo, podemos aprender a ser más resilientes, agradecidos y amorosos con nosotros mismos y con los demás.

La filosofía japonesa nos transmite la apreciación por las cosas tal y como son. El budismo Zen enfatiza esta actitud ante la vida: el aceptar y apreciarla como es.

Así, la “reparación” en este sentido es ese, las roturas se convierten en hermosas cicatrices. Esta es una de las claves de la resiliencia humana, que ayuda a afrontar las dificultades de la vida con valentía.

Aplicar esta técnica en la vida cotidiana:

El Kintsugi no se limita solo a la reparación de objetos rotos. La técnica se puede aplicar a la vida cotidiana, ayudando a las personas a aceptar sus propias cicatrices y transformarlas en belleza. En lugar de intentar ocultar o negar nuestras imperfecciones, podemos abrazarlas y convertirlas en una parte integral de nuestra identidad.

Además, el Kitsugi también nos enseña la importancia de la paciencia y la perseverancia en la vida. El proceso de reparación puede llevar mucho tiempo y requiere una atención cuidadosa a los detalles. Al aplicar esta mentalidad a nuestra propia vida, podemos aprender a ser pacientes con nosotros mismos y con los demás, y a trabajar con cuidado y atención para lograr nuestros objetivos.

Cómo hacer Kintsugui en casa

Si te apetece probar esta técnica con objetos que tengas en tu hogar y transformarlos, no es complicado, ya que no requiere de conocimientos de cerámica, sino simplemente cultivar la paciencia y relajarse uniendo los trozos de una pieza rota.

Hay tutoriales, talleres y cursos para aprender cómo se hace el Kintsugui.

De una forma muy resumida, una manera de emplear esta técnica sería  limpiar cada parte a unir. Después tener en cuenta el orden a pegar de los trozos.

Preparar una mezcla con el polvo de oro y un adhesivo como por ejemplo el epoxi.

Unir las piezas.

Después se aplica con un pincel directamente polvo de oro.

Se retira la parte que no se ha adherido, usando un paño o lija dependiendo del material.

Puedes usar polvo de oro, otro material dorado u otro del tono que elijas, en plata y más colores.

Quizás lo más complicado sea adquirir todos los materiales, sin embargo ya venden kits de reparación Kintsugi con oro u otros materiales a elegir.

Conclusión

El Kintsugi es una técnica única y sorprendente que abraza las imperfecciones, convirtiéndolas en una parte integral del diseño.

Además de ser una forma de reparar objetos rotos, su profundo significado puede aplicarse a la vida cotidiana como una filosofía que celebra la simplicidad y la belleza de las cosas tal y como son.

A través de la filosofía del Kintsugi, podemos aprender a ser pacientes y perseverantes, a valorar las diferencias entre nosotros y los demás, y a transformar nuestras cicatrices en belleza.

El kintsugi es una técnica de origen japonés que se usa para reparar las fracturas de la cerámica con una resina mezclada con polvo de oro.

Mediante un proceso de reparación, hacemos visibles y remarcamos las cicatrices, de tal manera que hacemos aflorar una gran fortaleza que se desprende del simple hecho de mostrar nuestras cicatrices con dignidad.

El kintsugi propone una aproximación a las heridas y a las cicatrices que podría sernos útil para cuidar nuestras heridas y reparar nuestros interiores como si fuéramos una taza de porcelana.

Dice la leyenda que el arte del kintsugi nació durante el s. XV cuando el shogun japonés Ashikaga Yoshimasa envió su taza de té rota hacia China para que la repararan. Cuando la devolvieron, el shogun se disgustó al ver que la pieza había sido enmendada con unas grapas de metal mediocres. Esto motivó los artesanos de la época a buscar una forma de reparación alternativa que fuera agradable a la vista.

De aquí se creó el arte tradicional de reparar las piezas rotas de cerámica o porcelana con un esmalte especial hecho con polvo de oro, plata o platino. El resultado son estas costuras doradas y bonitas que hacen brillar las grietas de la pieza, dándole un aspecto único.

En japonés kintsugi quiere decir “reparar con oro”. Un método de reparación que celebra la historia de cada objeto haciendo énfasis en sus fracturas en lugar de ocultarlas o disimularlas. El kintsugi da una nueva vida a la pieza transformándola en un objeto incluso más bello que el original.

Diversas ideas filosóficas del momento influyeron en la creación del kintsugi, como el wabi-sabi que se centra en coger la belleza en la imperfección, el mottainai que es el sentimiento de lamentarse cuando algo es malgastado y el mushin que tiene que ver con el principio de aceptar el cambio.

EL ARTE DE QUERER NUESTRAS CICATRICES

Así pues, tal y como una pieza de porcelana hecha añicos reencuentra su utilidad y al mimo tiempo incrementa su belleza resaltando con oro la unión de cada fisura, las personas también podemos aplicar el kintsugi en nuestras vidas.

Si hemos sufrido alguna circunstancia dolorosa que nos ha dejado huella, tenemos la oportunidad de no hacer como si nada hubiera pasado y podemos contemplar la experiencia valorando todo aquello que ha dejado en nuestras vidas.

Según el kintsugi, además de la importancia de la recuperación funcional del objeto, su valor más grande radica en la aceptación de lo que se ha roto como parte de su historia. Las roturas y las reparaciones forman parte de esta historia y tienen que ser mostradas en lugar de esconderlas.

Las grietas se realzan y devienen en la parte más valiosa de la pieza, puesto que se han convertido en una muestra de la imperfección y la fragilidad.

De este modo, la reparación es una forma de revalorizar el objeto a partir de su historia única y la celebración de sus defectos.

Ahora, la taza tiene valor por lo que fue y por lo que es, poniendo de manifiesto su transformación. Ha dejado de ser una taza convencional para convertirse en algo más. Tiene un valor añadido que da un significado nuevo y esencial al concepto de reparación.

Ante una forma de vivir que solo acepta como válido aquello que es joven, bello y proporcionado, la filosofía del kintsugi nos permite expresar que todo aquello que ha sido dañado tiene una historia digna de ser narrada.

Estas porcelanas rotas y agrietadas, con fisuras y heridas, son como un espejo donde nos podemos ver.

Contemplando nuestra naturaleza humana, nos observamos desde la fragilidad, el cambio inevitable y el envejecimiento. Así nos damos cuenta de que en nosotras también vive la naturaleza de la transformación, especialmente en aquellos momentos en que hemos recibido golpes y adversidades.

Y con esta reparación dorada tan visible y remarcada, más allá de mostrar la fragilidad y la imperfección, lo que hacemos es verbalizar una gran fortaleza que se desprende del simple hecho de mostrar —sin complejos— nuestras cicatrices.

Trasladamos la fragilidad de la porcelana a nuestra propia existencia humana, mientras reflejamos sus fracturas en nuestras propias heridas y cicatrices. Una metáfora donde la cicatriz se convierte en una oportunidad para afrontar el mundo y la vida desde la fortaleza.

Comprendiendo que nosotras somos como el objeto, que es más bello por haber sido roto y después haberse recuperado y reparado. Hemos dejado de ser algo convencional para convertirnos en algo más, con un valor añadido, y es precisamente en este punto donde el proceso de reparación adquiere una nueva comprensión.

Las cicatrices doradas son la prueba de la imperfección y la fragilidad, pero a la vez de la resiliencia —la capacidad de recuperarse—, dignas de ser alabadas.

EL PROCESO

I FRACTURAS

La vida es como un libro que se escribe y en el cual aparecen experiencias dolorosas, somos violentadas, pasamos por diversas adversidades y enfermedades, y todo esto nos deja huellas físicas y emocionales.

El mundo se encarga de agrietarnos, de llenarnos de fracturas… y es aquí donde reside la posibilidad de sobrevivir, cuando la cicatriz se transforma en una ocasión para afrontar el mundo…

Hemos aprendido a esconder los defectos por miedo, sobre todo, al de una muerte social. El miedo a que el estigma y la discriminación nos hagan desaparecer.

La idea de trasladar la fragilidad de la porcelana a la existencia humana. Ver en las huellas de las fracturas de las piezas japonesas el reflejo de nuestras propias heridas y cicatrices. No es solo una idea estética, es una visión muy profunda de la realidad.

Cuando sufrimos una experiencia o circunstancia dolorosa, traumática, que nos ha dejado una herida, no intentamos hacer como si nada hubiera pasado.

Aprendemos a convertirnos en personas más fuertes y resilientes y con más valor, porque seguimos adelante sin rechazar nuestra experiencia dolorosa.

II MONTAJE: JUNTANDO Y PEGANDO

Si reparásemos las piezas de cerámica rotas de tal manera que no se notaran las grietas, representaría una negación de los acontecimientos de la naturaleza y su realidad.

Consideramos las cicatrices como algo digno de ser valorado, admirando nuestra firmeza, porque representan un dolor real.

Las heridas como señales de un camino recorrido, de nuestro tránsito por la vida y la existencia, conscientes de que no siempre hemos podido escoger los destinos de nuestro viaje y hemos vivido las dificultades de navegar contra la adversidad.

También destaca la importancia de las diferencias y las diversidades de formas, valor fundamental para cambiar una sociedad que quiere que nos comportemos todas igual.

Las fracturas y cicatrices que se convierten en una parte más del objeto le dan una apariencia única, ya que no hay dos objetos que se rompan igual.

III ESPERANDO

Esperamos pacientemente que la cola haga su trabajo y fije los fragmentos.

Nuestro proceso de recuperación y reparación interior también necesita momentos de no hacer nada, sin acción.

El paso del tiempo es necesario.

IV REPARANDO

Nuestras cicatrices no se ven porque a menudo están escondidas. La sociedad nos han enseñado a invisibilizarlas. Nuestra cultura más bien decide no ver ni sentir las heridas de las personas.

Emociones, anécdotas e historias de vida que necesitan ser escuchadas para poder curar algo más la herida abierta.

Queremos explicarnos a nosotras mismas cuáles son nuestras cicatrices.

V REVELANDO Y DESVELANDO

Después de esperar y trabajar, finalmente llega el momento tan anhelado de poner oro a las juntas de la grieta. Las cicatrices se impregnan de oro, un símbolo poderoso que representa aquello que es puro, la perfección, la preciosidad, la luz.

El oro tiene una simbología milenaria altamente preciada en la mayoría de las civilizaciones del mundo. Lo consideramos el metal más precioso, el patrón de valor en cualquier intercambio.

¡El oro es un material precioso y carísimo! Así pues, el kintsugi nos exige ser muy cuidadosas y no desaprovechar ni un miligramo.

En la vida, a ratos, también tenemos que ser igual de cuidadosas con cada pequeño instante de bienestar, alegría y felicidad. Antes de nada, aprendemos a vivir cada momento con plena conciencia, saboreándolo completamente. Después, lo guardamos de alguna manera en nuestra memoria, mental y corporal. Un recuerdo como ‘oro en paño’.

Ha llegado el momento en que el objeto emerge, curado y magnificado, y se revela en todo su esplendor, con las cicatrices intensificadas con el oro.

El proceso que ha atravesado le ha permitido transformarse. Ha cicatrizado, ha transmutado sus heridas… y se ha convertido en un objeto todavía más bonito, único y precioso que antes de romperse…

La experiencia resiliente es cuando nos hacemos cargo del dolor, las angustias, el sufrimiento… cuando podemos cuidar lo que hemos vivido, curando las heridas e integrando las cicatrices para transformarlas en las páginas del libro de la vida que seguimos escribiendo.

La resiliencia es la descripción de un proceso, de una experiencia, que reconocemos cuando vivimos circunstancias adversas y podemos abordarlas de tal manera que aprendemos a salir enteras psicológicamente. Y lo podemos hacer mediante el aprendizaje de transformar las heridas en cicatrices, aconteciendo nuestra transformación vital.

No se trata de una tarea para super-mujeres o super-hombres que puedan con todo. La experiencia resiliente es cuando miramos nuestro interior magullado, golpeado… y, desde el dolor y las emociones que sentimos, empezamos un camino lento de reparación y podemos reconstruir el sentido de nuestra experiencia vital.

Nuestro trayecto de vida está lleno de fortalezas y vulnerabilidades. Y cuando asumimos todo lo que somos, nuestra perfecta imperfección, es cuando resplandecemos como lo hace el oro.

VII SUBLIMANDO, ENALTECIENDO Y ELOGIANDO

Una vez restaurados, exponemos nuestros objetos. Este es el momento de sublimación absoluta del arte del kintsugi y de la resiliencia.

Igual que el objeto roto y reparado muestra con orgullo, el oro, sus defectos, nosotras también podemos observar nuestras equivocaciones y nuestros dolores. Podemos apreciar nuestras cicatrices. Nos muestran el camino que hemos viajado.

Las cicatrices doradas son testigos de nuestra experiencia y nos dicen:
¡Has vivido y has sobrevivido!   ¡Cuídate como si fueses un objeto precioso!
Después de todos estos pasos de reparación, de todos los esfuerzos, de la transformación, ¡ya estás lista para brillar!
Brillar es una opción y, ahora, se ha convertido en una elección.
Podemos tomar una decisión, transformando la mirada que tienes sobre ti misma. ¡Valora tus cicatrices!

Entre nuestras manos, la cerámica no solo ha quedado restaurada sino que sus fragilidades y sus grietas ahora se han convertido en la parte más resistente de la pieza.

Hoy en día, la profundización y la cronificación de los procesos de exclusión social, en medio de una sociedad cada vez más fundamentada en las desigualdades, nos desafían cotidianamente para afrontar tanta injusticia social. En este contexto de dolor social, el descubrimiento y el cultivo de la resiliencia se convierten en una necesidad y un deber.

Si la resiliencia es un proceso de entramado entre lo que somos en un momento dado y los recursos afectivos presentes en nuestro entorno social, el quiebre de estos recursos puede hacer que la persona quede aislada en una soledad invisible. Pero si existe aunque sea un punto de soporte, entonces la construcción del proceso resiliente se puede generar.

Narrarnos es una reconciliación con nuestra propia historia, no un retorno al pasado. En la narrativa creamos una imagen, la reparamos y damos coherencia a los acontecimientos, en este proceso nos curamos las heridas.

Las personas resilientes, sobre todo las que sufren enfermedades graves o crónicas o han estado frente a la muerte, pueden generar, sin darse cuenta y sin proponérselo, cierta maestría. Después de haber vencido los obstáculos y enfrentado temores y angustias, crean unas habilidades que les permiten mirar desde otros ángulos y hablar desde otro lugar. Estas personas enseñan con su ejemplo, con su manera de afrontar las dificultades.

La resiliencia no se enseña, se aprende observando las respuestas de otras personas que han vivido experiencias similares a la nuestra: amenazas, pérdidas, pobreza extrema, violencias, catástrofes naturales, precariedades, discriminaciones…

METÁFORA

Las metáforas nos sirven para ejemplificar aquello que queremos expresar, de una manera más fácil.

Vivimos en una cultura que nos impone un pensamiento lógico y racional. Por eso, cuando tenemos una dificultad o problema intentamos hacerle frente de la manera más racional posible.

A pesar de que las emociones y los procesos inconscientes también afectan nuestras decisiones, intentamos o nos creemos que lo afrontamos todo de manera racional y lógica.

El lenguaje metafórico tiende a sintetizar y combinar, une diferentes niveles de pensamiento y toca los sentimientos.

Este lenguaje es determinante cuando queremos comprender relaciones, alianzas, distancias emotivas, resistencias al cambio… Por lo tanto se genera una comprensión circular y sistémica.

Las metáforas, igual que los relatos, se han usado durante muchos siglos para transmitir valores, conocimientos y tradiciones dentro de cada cultura.

La metáfora nos ofrece la combinación de dos aspectos: uno, nos aporta una forma de comunicación simbólica y, dos, tiene una intención reparadora o terapéutica.

La metáfora es otra manera de comunicar que podemos utilizar para aplicar una descripción, una frase o una historia a un objeto o situación que guarda cierto parecido imaginario, pero no literal.

De hecho es esta asociación imaginaria o simbólica lo que da a la metáfora la fuerza reparadora o terapéutica.

Aquello que es difícil de explicar con argumentos lógicos y teóricos puede ser explicado y comprendido mediante metáforas.

Cuando abrimos nuestra mente a una metáfora, se pone en acción el hemisferio derecho de nuestro cerebro. Este es creativo, intuitivo y global. Muy diferente del hemisferio izquierdo que es lógico, racional y el que utilizamos casi siempre.

Las metáforas nos ayudan a encontrar salidas que antes no veíamos. La posibilidad de observar la situación desde diferentes ángulos contribuye a desbloquearnos. Así pueden emerger nuevas respuestas y visualizamos nuevos horizontes, a la vez que facilita la resiliencia.

Las metáforas siembran y sugieren, en lugar de definir e imponer. Su impacto es más profundo y por eso son una buena herramienta para ayudarnos a transformar.

Encontrarnos con el objeto, el símbolo y la metáfora: Kintsugi.

La exposición de mil y una metáforas a través de cada objeto y del proceso que se ha experimentado.

El objeto se convierte en creador de historias inesperadas, nacidas de la sugerencia, los recuerdos y las sutilidades.

El encuentro con el objeto ha hecho aparecer historias más o menos personales pero todas de una gran profundidad y presencia.

Cuidando de un pequeño objeto se abre la puerta hacia un espacio del inconsciente de una manera plana y simple.

Solo necesitamos silencio, atención plena y poder tocar, cuidar y reparar el objeto.