Hay una metáfora muy bonita de Viktor Frank que explica que el sentido de la vida es como el horizonte:
Todos sabemos que está ahí, todos lo vemos delante pero en la medida en la que avanzamos hacia él se aleja y cambia de forma y nunca llegamos a alcanzarlo de todo , entonces aparece la pregunta de:
¿Si nunca vamos a llegar porqué seguimos caminando? , y es que quizás la respuesta no está tanto en conquistar el propio horizonte sino en preguntarnos a nosotros mismos
¿Qué razones nos hacen dar un pasito más?
Pues porque en realidad la vida no va tanto de alcanzar «ese punto perfecto» sino de crearnos y descubrirnos a nosotros mismos mientras avanzamos y sí el horizonte nos orienta pero lo que de verdad importa es cómo habitamos cada tramo del camino, la forma en la cual miramos alrededor, las personas con las cuales compartimos pasos, la ternura con la que nos tratamos cuando tropezamos, porque el horizonte cambia igual que cambia el sentido de la vida y eso no es un error sino que es la forma en la cual tiene la vida de recordarnos que no se trata tanto de llegar, sino que se trata de seguir caminando con conciencia, con curiosidad y con amor.
