CUANDO DEJAMOS DE HUIR LO QUE SENTIMOS EMPIEZA LA VIDA.
La capacidad de sentir es infinita, no se mide en intensidad ni en lógica porque no nace de la mente sino del alma.
Hay personas que sienten el mundo entero dentro del pecho, que perciben los matices, los silencios, los cambios sutiles en una mirada, que aman con presencian, que duelen con hondura y que se abren a la vida incluso cuando les ha dolido hacerlo.
Sentir así no es una debilidad, es una forma de sabiduría, es un Don, porque quien siente así conoce la verdad antes de entenderla, intuye antes de que algo ocurra y se permite ser atravesado por la vida si dejar de ser raíz.
La capacidad de sentir no tiene límites es el río que nutre, la llama que transforma, el pulso invisible que sostiene lo vivo, el pulso invisible que sostiene lo vivo.
Sentir es participar del misterio del universo recordar que todo está conectado , la tierra, el cuerpo, el alma, el tiempo, que somos parte de un ritmo más grande de una danza que no comienza ni termina en nosotros, y cuándo dejamos de avergonzarnos de nuestra sensibilidad, cuando comprendemos que la emoción no nos hace frágiles sino humanos algo se reordena en el mundo, porque sentir de verdad es estar en contacto con lo infinito.
