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Así como hay cosas que pasan por algo, hay otras que por algo, no pasan

Así como hay cosas que pasan por algo, hay otras que por algo, no pasan

Cuando ocurren cosas no siempre son fruto del azar o del destino, muchas veces pasan porque nos hemos esforzado, porque hemos trabajado para conseguirlas o porque era el momento oportuno.

Hay cosas que, efectivamente, pasan por algo. Porque nos hemos esforzado, porque hemos dado todo nuestro ser para alcanzar ese logro tan ansiado y el destino nos ha dado por fin aquello que soñábamos.

Ahora bien, en el otro lado de la moneda también están esas otras cosas que no suceden porque no era el momento, porque la situación no era la propicia o porque la suerte -o la mala suerte- así lo ha querido.

Resulta curioso ver cómo la vida está siempre suspendida en esta esa extraña balanza en la que, en ocasiones, todo encaja y por momentos todo parece estar al revés.

Esperamos tantas cosas en el día a día que a veces tenemos la sensación de que nada avanza ni llega y que el destino se ha olvidado de nosotros. Ahora bien, es necesario enfocar las cosas desde otra perspectiva.

Somos responsables de nuestra existencia, si queremos algo debemos salir a buscarlo. El destino y la suerte nos pueden acompañar muy de vez en cuando, pero somos nosotros mismos con nuestra actitud y voluntad quienes nos alzamos como auténticos artesanos de nuestros senderos vitales.

Te invitamos a reflexionar sobre ello a continuación.

Las cosas que pasan “por algo”

Estamos seguros de que alguna vez te habrás visto en esta misma situación: un compañero de trabajo, un vecino o un amigo te comenta la suerte que tienes en tu vida y lo bien que te van las cosas.

Nosotros, con tranquilidad respondemos que más que “suerte” en realidad es “esfuerzo cotidiano y voluntad”. Porque no todas las cosas pasan sin que sepamos por qué. La mayoría de las veces, somos nosotros mismos quienes las propiciamos con nuestra dedicación.

La mala suerte y la buena suerte

¿Existen la buena y la mala suerte? Como todo en la naturaleza, hay un pequeño porcentaje supeditado al azar o a lo incontrolable que siempre escapa a nuestra voluntad.

No podemos evitar contraer determinadas enfermedades, sufrir accidentes ni tampoco podemos “controlar” las reacciones o los deseos de las personas que nos rodean.

  • La buena suerte y la mala suerte existen, pero en una pequeña probabilidad que hemos de aceptar y asumir. No obstante, el resto de cosas que pasan a nuestro alrededor tienen un origen que sí podemos controlar.
  • Ahora bien, lo que sucede en muchas ocasiones es que no somos plenamente conscientes de “nuestra capacidad de control y elección”.
  • Los psicólogos nos hablan del “locus de control interno o externo”. Las personas con un locus de control externo son las que atribuyen todo lo que les ocurre a la casualidad o a la voluntad de otras personas.
  • Presentan ese tipo de indefensión donde si algo falla se atribuye a factores externos, nunca a esa falta de inversión personal.
  • No es lo adecuado, las personas debemos aprender a desarrollar el sentido de responsabilidad, para asumir todo lo que implica nuestro propio cuidado.

Solo así aprenderemos de los errores y entenderemos que muchas de las cosas buenas que nos pasan es porque las merecemos.

Las cosas que no pasan “por algo”

Queremos ser felices y no lo conseguimos. ¿Existe quizá una fuerza negativa e invisible que me lo impide? En absoluto, la infelicidad tiene siempre orígenes muy concretos que hay que saber identificar.

Si hay cosas que no pasan es por algo. Quizá porque existe alguno de estos factores que debemos saber afrontar y gestionara a nuestro favor.

El miedo

Se trata de  la principal raíz de la infelicidad y el que apaga cualquier oportunidad de que “pase algo” nuevo, algo bueno y enriquecedor.

  • El miedo nos corta las alas y nos impide reaccionar. Además, tampoco podemos olvidar que quien tiene miedo a algo delega en los demás. Es entonces cuando empezamos a desarrollar ese locus de control externo del que hablábamos al inicio.

La indecisión

  • Todos nosotros hemos experimentado en algún momento la indecisión. Esa actitud apagada y temerosa en la que dejamos de actuar y de “promover” cambios a nuestro alrededor.
  • La vida, poco a poco se convierte en esa película que pasa ante nuestra ventana, pero en la cual nosotros nunca somos protagonistas.

Si hemos llegado a ese punto del ciclo vital donde tenemos la sensación de que nada pasa, nada cambia y nada ocurre, tal vez sea el momento de salir fuera y hacer “que las cosas pasen”.

El peligro de esperar demasiado

Cuando esperamos demasiado se pierden las esperanzas y las ilusiones. Los trenes pasan y los perdemos todos.

La felicidad no es algo que uno espera como quien aguarda el amanecer, la felicidad se crea y se siente, y para ello, hay que empezar a darle forma desde nuestro propio interior. Hay que dejar de esperar.

Derriba temores, apaga incertidumbres, aléjate de quien te quiere “quieto”, maleable y solícito.

El bienestar necesita movimiento y que vayamos más allá de nuestras rutinas y zonas de confort. Atrévete a conseguir que tus sueños “ocurran”.

A menudo sentimos esa extraña sensación donde la casualidad, lo inesperado, va poniendo marcas en nuestro camino, obligándonos a encauzar la vida en una dirección u otra. Hay quien dice que lo que guía nuestra vida es el destino.

El destino es una fuerza que está por encima de nosotros y que nos empuja hacia una sucesión inevitable de acontecimientos, de circunstancias de las que no podemos escapar.

Algo así va mucho más allá de una simple sincronicidad, supone llegar a pensar que nada ocurre por azar, sino que estamos determinados. ¿Qué implica para las personas pensar algo así? ¿Estamos entonces a la merced del destino, o somos, sin embargo, libres para elegir nuestro propio camino?

“Lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir.”

-Miguel de Cervantes-

¿Casualidad o causalidad?

Es cierto que a veces suceden cosas que nos sorprenden: conocer a alguien en un determinado lugar en curiosas circunstancias, esa suerte que un día aparece de modo inesperado, esa elección que tomamos sin saber muy bien por qué… ¿Es la casualidad? ¿O se debe tal vez a una misteriosa causalidad

Bien es verdad que es muy recomendable disponer de una mente abierta, de un modo de pensar en el que no pongamos cerrojos u obstáculos ante toda la información y estímulos que nos rodean y nos van llegando sin descanso.

Pero la cuestión se centra en que si aceptamos la existencia del destino, asumimos que parte de lo que nos sucede está marcado por los designios de quién sabe qué. Es algo que escapa por completo a nuestra comprensión y puede que incluso hasta a nuestra propia consciencia. Entonces, ¿Dónde están los hilos de nuestra responsabilidad? ¿Cómo ser responsable de algo que ni siquiera controlamos?

El destino, el libre albedrío y lo inexplicable

Hay científicos que afirman la existencia de un “destino casi obligado”, y es el relativo a la herencia: la genética de nuestros progenitores en ocasiones nos determina en muchos aspectos, a veces en carácter y otras en rasgos físicos, en enfermedades…

El contexto social y personal en el que somos educados también puede afectarnos al menos con una probabilidad de un 30 o un 40%.

Pero por otra parte, también tenemos la concepción indispensable del “libre albedrío”, donde cada uno está condicionado por sus propias elecciones. Lo está por su propia historia personal y también por su vida en una sociedad que le permite inclinarse por una determinada senda u otra, reconociendo sus errores, confiando en uno mismo y asumiendo nuevos retos.

Y es que, como dijo una vez un viejo escritor italiano, “El destino no reina sin la secreta complicidad del instinto y la voluntad”. Porque la vida de uno no se teje en las estrellas, sino en nuestra propia realidad y en el día a día, que nos va poniendo pruebas y retos para probarnos como personas.

Somos libres de establecer nuestras propias metas y conseguir nuestros propios logros, pero la casualidad existe. Y a veces las casualidades son tan singulares que no podemos evitar dotarlas de ese halo de magia inexplicable. Porque a las personas, por muy racionales que seamos, siempre nos ha gustado esa pincelada singular donde contener todo lo extraño e inexplicable…

“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.”

-William Shakespeare-

Cierto es que nuestras vidas a veces son un caos de casualidades y hechos ilógicos, pero el llevar las riendas de nuestro propio destino, ser dueños de nuestro timón, nos va a permitir ser más responsables.

RECUERDA QUE LO QUE ES PARA TI LLEGA Y NADA NI NADIE TE LO VA A QUITAR.

COMO DICE EL REFRAN:

«CUANDO TE TOCA, NI AUNQUE TE QUITES, Y CUANDO NO TE TOCA, NI AUNQUE TE PONGAS»