Un día aprendes a quererte. O por lo menos a darte cuenta que debes hacerlo. Y no solo mucho. No, amiga. Necesitas hacerlo bien. Aprendes a pensar un poquito más en ti y a saber que primero tú. Y luego ya vemos.
Aprendes a tener cerca solo a las personas que te dan paz y tranquilidad, y te hacen ser mejor persona. Y mientras tanto, el resto, pues un poco más lejos. Aprendes a sacar tiempo para ti, para estar sola y pensar, para saber ser un poquito tú. Aprendes a compartir tu vida, pero sabiendo estar contigo también. Sin nadie más. Y no pasa nada. Aprendes a quedarte donde eres tú. Sin que te cambien. Donde te sientes segura y con fuerza. Aprendes a ser libre. Para lo que sea. Aprendes a decir “no” las veces que haga falta si es algo que realmente no quieres o no te hace bien. Y entiendes que el tiempo es tan valioso que hay que gastarlo en cosas o personas que realmente te hacen feliz. Porque oye, no, no estamos para perderlo.
Aprendes a motivarte, a buscar más, a encontrarte. En ti. En lo que eres capaz de hacer. Aprendes a darte cuenta de que vales más de lo que te imaginas, y que solo necesitas a tu lado a personas que lo hagan de la misma forma. Porque sino, qué. Aprendes a estar primero contigo, para luego poder estar con el resto. A ser feliz tú, para conseguir hacerlo con los demás. A quererte como jamás te has querido, para poder querer al resto. A mimarte, cuidarte y respetarte, porque esa es la clave para que los demás también lo hagan. Aprendes a darte cuenta que eres la mejor persona que vas a conocer en tu vida, y a la que no quieres fallar. No lo hagas.