Se le pidió a un hombre que pintara un bote.
Trajo su pintura y pinceles y comenzó a pintar el barco de un rojo brillante, como le pidió el dueño.
Mientras pintaba, notó un pequeño agujero en el casco, y lo reparó tranquilamente.
Cuando terminó de pintar, recibió su dinero y se fue.
Al día siguiente, el dueño del barco acudió al pintor y le presentó un cheque, mucho más alto que el pago por la pintura.
El pintor se sorprendió y dijo:
-«Ya me ha pagado por pintar el barco, señor!»
-Pero esto no es por el trabajo de pintura.
Es por reparar el agujero en el barco.
– Ah!… Pero fue un servicio tan pequeño…ciertamente no vale la pena pagarme una cantidad tan alta por algo tan insignificante.
– Mi querido amigo, no lo entiendes.
– Déjame decirte lo que pasó:
«Cuando te pedí que pintaras el barco, olvidé mencionar el agujero.»
Cuando el barco se secó, mis hijos tomaron el barco y se fueron a pescar.
«No sabían que había un agujero».
Yo no estaba en casa en ese momento.
Cuando regresé y noté que habían tomado el barco, estaba desesperado porque recordé que el barco tenía un agujero.
Imagina mi alivio y alegría cuando los vi regresar de la pesca.
Entonces, examiné el bote y descubrí que habías reparado el agujero!
– » Ves, ahora, lo que hiciste?
Salvaste la vida de mis hijos!
No tengo suficiente dinero para pagar tu «pequeña» buena acción».
Así que no importa quién, cuándo o cómo, tu continúa ayudando, sosteniendo, limpiando lágrimas, escuchando atentamente, y reparando cuidadosamente todas las «fugas» que encuentres.
Nunca se sabe cuando necesitan de nosotros, o cuando Dios tiene una agradable sorpresa para que seamos útiles e importantes para alguien.
A lo largo del camino, es posible que hayas reparado numerosos “agujeros de barco” sin darte cuenta de cuántas vidas has salvado.