La notificación real llega vía email; el momento, a pesar de las apariencias, es otro: primeros de febrero de 2024. “A las 18.10: Royall Ball en el majestuoso lobby del Disneyland Hotel”.
El punto de encuentro es el epicentro de la magia, el lugar favorito de Majbritt Iaconis, directora del nuevo hotel cinco estrellas, y donde siempre están pasando cosas. Es la boca del volcán, solo que en lugar de fuego, brota polvo de hadas, pixie dust en términos oficiales (y locales). El gran candelabro de más de una tonelada, 11 metros de longitud y 12.000 cristales que derrochan brillos es parte del espectáculo y tras él, la gran escalinata que se abre a izquierda y derecha, exactamente igual que la de los castillos europeos y la de las películas de princesas.
Baja Aurora vestida de rosa. Tras unos segundos le sigue Cenicienta, de azul. Y Bella, Blancanieves, Rapunzel, Tiana, Mulán y Pocahontas. Casi todas con sus príncipes y una corte de bailarines vestidos de blanco. El baile real, insólito y bello a partes iguales, podría ser un clip de una película de la factoría. O mejor, un detrás de las cámaras, cuando las amigas, relajadas, quedan y bailan. Ellas lo hacen. Los espectadores, privilegiados llegados de todas partes de Europa para la inauguración del mítico edificio rosa que preside la entrada del parque de atracciones, aplauden, graban con sus smartphones -no olvidemos que estamos en el siglo XXI- y sonríen. En Disneyland Hotel todo el mundo sonríe mucho.
Todo es nuevo y todo parece tener magia. Y llegan ellos, los anfitriones, tras una explosión de confeti. Mickey y Minnie vestidos de gala. Solo allí, en su hotel -o mejor dicho su castillo- lucirán las prendas que llevan y que han sido confeccionadas para el lugar. Ningún detalle se ha dejado al azar en el Disneyland Hotel, la atracción más mágica del parque donde no hay colas a pesar de la magnitud -más de 400 habitaciones y 800 trabajadores-, y sí mucho que ver.
Las obras de rehabilitación del mítico edificio comenzaron años atrás. La fachada, victoriana y de un llamativo rosa chicle, se mantiene, era mandatory, pero por dentro es otra cosa. Como tocado por la varita del Hada Mágica de Cenicienta, el hotel de la inauguración del parque en 1992 ha pasado de ser un lugar bañado por la luz y la pintura blanca a un proyecto completamente nuevo con cuatro años de trabajo detrás. “Este hotel es icónico, fue un privilegio trabajar aquí”, afirma Thomas Muller, set designer de Walt Disney Imagineering, y responsable de la parte más artística del Disneyland Hotel. “El exterior está completamente rehabilitado, pero es idéntico, forma parte de la arquitectura de la Main Street”, explica haciendo referencia a la calle que vertebra el parque, repleta de tiendas y cafeterías, e inspirada en la principal de Marceline, Misouri (EE UU), donde creció Walt Disney. Y añade: “Este edificio está asociado popularmente con el castillo, y pensamos en todo lo que rodeaba a la realeza. Fuimos muy afortunados de poder jugar con una herencia de 100 años de magia”.
La celebración de todas las historias icónicas y personajes de Disney, del Rey Arturo a Elsa, de Frozen, es lo que convierte el hotel en el cuento de los cuentos. Es una factoría de ilusiones, pues todo está predispuesto a ello y existen al menos 8 razones que demuestran que esta es la mejor atracción del parque, eso sí, solo para sus huéspedes.
- La magia de los encuentros
Si hubiera que resumir en dos puntos el verdadero lujo que supone Disneyland Hotel diríamos, sin duda: la ubicación, dentro del mismo parque y escasos minutos de la puerta del castillo, y las altísimas probabilidades de encontrarse con parte de los habitantes fantásticos de Disney. Quien haya ido a Disneyland París sabe que descargarse la aplicación es vital, pues esta permite hacer listas de favoritos, ver los tiempos de espera de las atracciones y sobre todo, saber dónde y a qué hora estará este o aquel personaje. El estrés de correr de aquí para allá para ver de cerca, tocar o hacerse una foto con Mickey, Minnie o sus amigos se evapora. Viven de alguna manera en el hotel, y lo normal es cruzarse con ellos en las comidas o cenas (no, ellos no están en los desayunos, sería pedir demasiado). La tensión, sin embargo, es otra; hay que andar con mil ojos, ya que de cualquier pasillo puede salir una princesa y hay que tener la cámara siempre lista, y la reverencia ensayada. Y da igual la edad que figure DNI, los nervios siempre están, el rubor del primer encuentro existe y al contrario de lo que pasa dentro del parque, ellas no huyen, pues no tienen prisa y se sienten en casa. Se paran, te hablan, te embelesan, te abrazan y te enamoran. Crush.
Y también está la Troupe Royale Disney, comediantes con alma de trovadores que cantan, bailan, pasan los plumeros por las escaleras y sobre todo divierten. Son animadores reales, encantadores de huéspedes. Parte del espectáculo.
“Lo más complicado fue dar con los equipos adecuados para conseguir la magia. Puedes hacer el hotel más bonito del mundo, pero si no tienes los seres humanos adecuados no vale la pena. Lo que está pasando aquí es gracias a que los tenemos, pues están orgullosos de lo que hacen y ayudan a nuestros huéspedes a construir su historia y a que vuelvan a casa con sus recuerdos”, afirma Iaconis, directora del hotel. Antes de ponerse al frente del proyecto de Disney estuvo al frente de algunos de los hoteles más importantes del mundo, como el Ritz de París, el Plaza Athénée y el Mandarin Oriental.
2. Las habitaciones
Aun sin ser un castillo propiamente dicho, las habitaciones del hotel lo parecen. Son dramáticas, barrocas y se inspiran en el ambiente de los reyes y las reinas de otra época. Disneyland Hotel tiene 487 habitaciones y suites que transmiten de principio a fin el storytelling de Disney, y este está presente en todas partes. En las alfombras, en los espejos, en los cuadros hechos expresamente por el equipo de Muller en colaboración con Walt Disney Animation Studios, en lo tiradores de los cajones con forma de rosa.
No todas las habitaciones son iguales, aunque todas beban de la iconografía Disney. Puedes elegir entre la Habitación Superior (hay 346, de hasta 40,7 metros cuadrados), la Habitación deluxe (hay 80 y del mismo tamaño que las anteriores) y la guinda del pastel: el Castle Club, una especie de mini hotel cinco estrellas dentro de Disneyland Hotel con 41 habitaciones Castle Club, 16 Signature Suites (tres de La Bella Durmiente, tres de La Bella y La Bestia, tres de Frozen, tres de La Cenicienta, y cuatro de Enredados), la Suite Principesca de La Bella y La Bestia (tiene 116 metros cuadrados) y la Suite Real, inspirada en el mundo gélido de Frozen. Esta última, un apartamento de más de 200 metros cuadrados, tiene la mejor vista del hotel: desde el salón, presidido por un piano de cola blanco, se divisa el castillo. Privilegios de reina de Arendelle.
3. La decoración, los detalles
Como explicaba el set designer de Walt Disney Imagineering, trabajar con el archivo de Disney daba mucho juego, pues hay tantos detalles destacables como historias, personajes o cuentos. Todo, aseguraba, está medido, pensado y repensado, y la ubicación, por ejemplo, de los cuadros, no es casual. Tampoco las luces, los bordados de las alfombras, los tapices o la aparición de la flor de lis, símbolo de muchas casas reales, por todas partes, incluso en el centro de chocolate de uno de los bizcochos del desayuno. En el bar del hotel, por ejemplo, hay un cuadro de la Sirenita con su nombre escrito, pero este, sin embargo, no está ni en francés, ni en inglés, sino en danés, su lugar de origen. Y las sorpresas siguen en las Signature Suites. En las de La bella durmiente luce en una vitrina el vestido rosa de la princesa que cambia de color y en las de Frozen descansan en una estantería las muñecas de trapo que Anna y Elsa tienen en las primeras escenas de la película.
“Cada localización está inspirada en los castillos y en las estancias que allí podrían existir. Como la biblioteca que recorre parte del hotel; hay libros en cada rincón para que puedas meterte de lleno en las historias”, explicaba Muller en un tour privado.
4. La rotonda
Lo que los insiders del Disneyland Hotel llaman “la rotonda” es, tras el lobby, el segundo lugar más importante del hotel. La cúpula, pintada de un azul oscuro que recuerda al cielo de farolillos de Rapunzel, funciona como un catalizador de emociones. Bajo sus ventanucos y flores de lis están las habitaciones más cotizadas, y por sus pasillos, con balcones hacia el interior, pasea la realeza, las princesas.
Hay que estar atento y mirar hacia arriba continuamente cada vez que uno pasa por debajo, pues este punto neurálgico conecta varias partes del hotel. El estrés emocional existe y se concentra aquí. Es donde también están los dos restaurantes del hotel, The Royal Banquet y La Table de Lumière, así como la coctelería Fleur de Lys Bar. Y dado que Mickey y sus amigos acompañan a los huéspedes en las comidas y cenas en el primero, y las princesas en las cenas en el segundo, el trasiego de personajes es real. Aquí no hay dress code, pero nada como añadirle a tu estilismo un royal touch.
5. El gran banquete
A Disneyland París uno no va a comer, va a correr, pero al Disneyland Hotel sí. De hecho, tras el lobby este es uno de los lugares destacados por la directora del hotel. Si bien es cierto que los restaurantes, como es obvio, acaban de abrir y como todos requieren de un poco de rodaje, tanto en The Royal Banquet y La Table de Lumière apetece estar y comer, comer y estar, pues el bufet entra por los ojos, pero allí no solo se va a degustar.
Inspiradas en los salones de los castillos, de las cuatro habitaciones que forman The Royal Banquet cuelgan cuadros de la colección privada de las familias reales. La sala de los caballos, la de los retratos, la de los villanos y cómo no, la que sirve de restaurante propiamente dicho con una barra majestuosa repleta de platos fríos y calientes entre los que encontrar langosta, ostras, carnes guisadas, guarniciones, ensaladas y una variedad de postres llamativos e instagrameables, favoritos de los más pequeños. En la pared, cuadros de escenas o personajes Disney relacionados con la comida (Tiana y el Sapo, Wish…) y por los pasillos Mickey y sus amigos haciéndose selfies con los huéspedes, bailando con los niños y haciéndote sentir como el día de tu cumpleaños.
La Table de Lumière requiere reserva para cenar. Inspirado en la Galería de los Espejos del Castillo de Versalles, es tan barroco como la ocasión lo merece. Hay rosas encantadas en todas las mesas, los servilleteros tienen motivos de espinas y lo que se sirve allí es alta cocina francesa: rosas de Provins, lenguado de la costa de Francia o langosta europea con col blanca y remoulade de mostaza de Meaux. Las princesas son uno de los platos fuertes, pues lo más cerca que están de ellas los visitantes del parque es o bien tras la cola interminable del Pabellón de las princesas o sobre la carroza de la cabalgata de la tarde.
“La gastronomía es importante porque cuando tienes niños y vas a un hotel de cinco estrellas no sueles ir al restaurante», explica Majbritt Iaconis. “Aquí estamos en el reino de los niños y tienen el permiso para ir por todas partes. Es importante que los padres disfruten de una buena comida con sus hijos. Cuando vas al restaurante todo el mundo está contento y no pasa nada si los niños están corriendo. Está bien, es su sitio”, puntualiza la directora del hotel.
6. El chín chín: en Fleur de Lys Bar.
Pasar un día en Disneyland París equivale a hacer un maratón sin entrenar, y toda buena carrera merece después un buen trago. El bar del hotel, Fleur de Lys Bar, ubicado frente a los restaurantes y en la rotonda donde como decíamos, tomes la salida que tomes, hay un buen destino final, no es sitio únicamente para mayores. El tamaño o la altura de las sillas habla por sí misma.
La carta, con precios acordes a un hotel francés de cinco estrellas, es amplia y aquí viene uno a relajarse, a planificar el día de después y a tomarse un cóctel de autor, un vino o una copa de champán. Padres e hijos, pues también hay mócteles o combinados sin alcohol. La decoración es una extensión de las habitaciones: terciopelos, maderas oscuras, lámparas que rompen con la penumbra y de nuevo cuadros con detalles ocultos que solo los fans de las películas de Disney verán.
7. El Kids Club y la experiencia de sastrería real
Uno de los momentos más especiales de la estancia, si vas con niños, es My Royal Dream, o dicho de otro modo, la experiencia de convertirse en príncipe o princesa. Tras reservar la cita (el precio va desde 95 a 440 euros por niño), él o ella se convertirán en parte de la realeza: caballero o caballera andante con accesorios, o vestidos largos y debidamente pomposos como los de Rapunzel, Bella, Cenicienta o Aurora. La elección puede tomar tanto tiempo como se necesite, y aquí no solo no hay prisa, sino que el equipo de la tienda real funciona como una corte. Todo son mimos, amabilidad y sonrisas. Hacen que el niño o la niña se sientan realmente bien, algo fundamental a la hora de crear recuerdos. Elegido el atuendo toca pasar por el tocador para una sesión de peluquería y maquillaje y unas fotos profesionales para el recuerdo.
“No, no fue complicado diseñar experiencias mágicas para niños y adultos. De alguna manera, los adultos vuelven a su infancia cuando están aquí y se siguen sintiendo como niños cuando ven a Mickey a sus amigos. Eso solo pasa aquí”, afirma la directora del hotel. Los disfraces solo están disponibles en tallas que van de 3 a 14 años, pero en ningún sitio pone Only kids. Tú también puedes maquillarte si es lo que deseas, pues como explica Iaconis, nada como retrotraerse a una época feliz y pasada.
Y qué decir del Kids Club, pues todo buen hotel tiene el suyo. La principal diferencia frente al del resto de hoteles cinco estrellas es que por aquí pasan las princesas Disney de manera aleatoria. Es su lugar de recreo. Aquí hay cuentos, mesas y sillas pequeñas, dibujos para colorear con pinturas, y de repente… ¡sorpresa, entra Ariel, que además de ser majísima habla español! No derretirse con ella es imposible. “¡Mira, tengo pies!», le dice a un pequeño fan.
La sensación de compartir un momento tan íntimo con ellas es único, pues pocas oportunidades tiene una en la vida de preguntarle a Cenicienta por Vaiana, la gran ausente del parque: “Sí, somos muy amigas, ¡es tan aventurera!”, asegura tras sentarse a pintar en una de las mesas con un niño de seis años que apenas puede articular palabra tras verla. Tras el shock inicial hablan. Ella le pregunta por su animal favorito y le cuenta que le gustan los pájaros y los ratones; él asiente, maravillado, hipnotizado, deslumbrado. Y hay un discurso aprendido, pero hay mucha naturalidad. No debe ser fácil ser princesa en 2024, pero debe ser tan guay…
8. La piscina y el spa
Puede que quien se aloje en Disneyland Hotel no tenga en mente darse un chapuzón en su piscina climatizada, pues parece que lo importante sucede de puertas hacia fuera. Pero no, no es así. Este espacio es puro lujo, y sus cristaleras no son sino otra fortaleza. Tras atravesar un los vestuarios, equipados con amenities, toallas y albornoces, secadores Dyson y todo lo necesario para darte una ducha y seguir fresco y como si nada, se llega a la Crystal Pool, la cual se divide en tres: la piscina principal, una infantil y un jacuzzi. El impresionante techo de cristal y metal recuerda a los Invernaderos Reales de Laeken, en Bruselas; la zona de las tumbonas no se queda atrás. Entendemos que no quieras perder ni un minuto teniendo el parque de atracciones más visitado de Europa tras la cristalera, pero esta piscina bien merece una visita de al menos media hora.
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